Salí del Padre y vine al mundo Ahora el mundo y voy al Padre.

Salí del Padre y vine al mundo Ahora el mundo y voy al Padre.

Evangelio según San Juan 16,23b-28 

Aquel día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre. Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre.

Comentario del Evangelio

Hoy Jesús nos hace participar de su misterio más preciado: Dios Padre es su origen y es su destino. Pidamos entonces con confianza, y la vida divina será realidad en nuestra sencilla experiencia cotidiana. Dios ofrece siempre su amor a todo el mundo, pero este amor se torna recíproco sólo si el hombre responde. Cuando nos dejamos amar por Dios y lo amamos, nos metemos de lleno dentro de ese amor inagotable del Padre y del Hijo.

¿Cómo me dedico a crecer en la amistad con Jesús?
¿Qué hago para lograr una comunión con Él?

Lecturas del dia

Libro de los Hechos de los Apóstoles 18,23-28

Después de haber permanecido un tiempo allí, partió de nuevo y recorrió sucesivamente la región de Galacia y la Frigia, animando a todos los discípulos. Un judío llamado Apolo, originario de Alejandría, había llegado a Efeso. Era un hombre elocuente y versado en las Escrituras.

Había sido iniciado en el Camino del Señor y, lleno de fervor, exponía y enseñaba con precisión lo que se refiere a Jesús, aunque no conocía otro bautismo más que el de Juan. Comenzó a hablar con decisión en la sinagoga. Después de oírlo, Priscila y Aquila lo llevaron con ellos y le explicaron más exactamente el Camino de Dios.

Como él pensaba ir a Acaya, los hermanos lo alentaron, y escribieron a los discípulos para que lo recibieran de la mejor manera posible. Desde que llegó a Corinto fue de gran ayuda, por la gracia de Dios, para aquellos que habían abrazado la fe, porque refutaba vigorosamente a los judíos en público, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús es el Mesías.

Salmo 47(46),2-3.8-9.10

Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría;
porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra.

El Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno.
El Señor reina sobre las naciones
el Señor se sienta en su trono sagrado.

Los nobles de los pueblos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham:
del Señor son los poderosos de la tierra,
y él se ha elevado inmensamente.

Carta de san Fulgencio de Ruspe (467-532) “…el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre”

Al final de nuestras plegarias decimos: “Por Nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo” y no “Por el Espíritu Santo”. Esta práctica de la Iglesia universal tiene su explicación. Se debe al misterio según el cual el hombre Jesucristo es el mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5) sacerdote eterno según el orden de Melquisedec, él que con su propia sangre ha entrado en el Santuario, no en aquel que es imagen del verdadero, sino en el cielo donde está sentado a la derecha del Dios e intercede por nosotros (Heb 6,20; 9,24).

El apóstol dice, refiriéndose al sacerdocio de Cristo: “Así pues, ofrezcamos a Dios sin cesar por medio de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que bendicen su nombre” (Heb 13,15). Por él ofrecemos el sacrificio de alabanza y de oración, porque gracias a su muerte fuimos reconciliados cuando aún éramos enemigos (Rm 5,10).

Ha querido ofrecerse como víctima por nosotros. Por esto, desde entonces, nuestra ofrenda puede ser agradable a Dios. Por esto, San Pedro nos advierte con las siguientes palabras: “También vosotros, como piedras vivas, vais construyendo un templo espiritual, dedicado a un sacerdocio santo, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios” (1P 2,5). Por esto decimos a Dios Padre: “Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor.”

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