Evangelio según san Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?».
Y tenía ganas de verlo.
Comentario
Vanidad de vanidades
Siempre encuentro en las lecturas de Qohélet un regusto de pesimismo, una visión de la vida de todos los seres creados, sin esperanza, sin alegría. Parece que la vida del hombre es simplemente trabajos y decepciones. Nada mejora hagas lo que hagas.
El libro dice que fue escrito por un rey de Israel, incluso se achaca a Salomón su paternidad. El inicio del libro parece afirmar esto, pero el contenido lo sitúa históricamente muy posterior a este rey.
La lectura de Qohélet siempre me ha producido una especie de desesperanza, de dejar hacer al tiempo, pues cualquier intervención mía en el desarrollo de mi propia vida no vale nada, no produce ningún beneficio y, tal vez, tampoco perjuicio. Todo es baladí, todo es vaciedad, “nada hay nuevo bajo el sol”.
No hay duda de que Qohélet se ha escrito en los tiempos primeros del pueblo de Israel. El camino hasta que lleguemos a Jesús de Nazaret va a ser largo, y la faz de Dios, que Jesús nos va a mostrar, aún no aparece en los escritos bíblicos.
Es posible que la intención de Qohélet vaya por el camino de hacer que el hombre camine siempre por la senda recta, pues solo al final podremos saber si hemos agradado al Creador. Pongámonos en las manos del Señor, pues solo él es, ha sido y será nuestro refugio. Tomemos en serio el pesimismo de Qohélet, pero vivamos alegres porque Dios nos sigue amando.
¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?
Después del deprimente camino que nos ha regalado la primera lectura, nos enfrentamos al corto fragmento de San Lucas que leemos hoy: Jesús ha enviado a sus discípulos a anunciar la llegada del Reino de Dios por Galilea.
Herodes está oyendo lo que se dice de Jesús y tiene dudas sobre quién puede ser el personaje. No le preocupa otra cosa; no parece interesado por el mensaje, sino por la persona física de Jesús. ¿Quién es este Jesús del que hemos oído hablar?
En algunos momentos aparece también en mi mente esta pregunta: “¿Quién es Jesús para mí?”. Y la respuesta parece obvia: es el Hijo de Dios vivo. Así me lo enseñaron desde niño. Pero ¿significa algo para mí esta afirmación?, ¿Cambia en algo mi vida? Jesús ha ido pasando por su vida siempre pendiente del Padre; Jesús es un hombre “hijo de hombre”. Él no se considera otra cosa. Por esto siembre le encontraremos orando, hablando con el Padre al que unos pasos más adelante va a llamar ya “ABBA”, que podríamos traducir como “Papá”, incluso como “papaiño”. Esa es, tal vez, la meta a la que nos dirige el fragmento que hoy leemos: qué opinamos, mejor aún: ¿qué sentimos ante Jesús? ¿Cuál es nuestra idea del Jesús que pasa a nuestro lado invitándonos a conocer al Padre, a vivir a Dios como parte nuestra, como horizonte de nuestra vida? Y esto no es vanidad, sino vida verdadera.
Lecturas del día
Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2-11
¡Vanidad de vanidades! —dice Qohélet—.
¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!
¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol?
Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece.
Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio.
Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír.
Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir:
nada hay nuevo bajo el sol.
De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos.
Salmo 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17
R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R/.
Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.