Evangelio según Mateo 10,1-7
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: “No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. “Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Comentario del Evangelio
La elección de los apóstoles nos enseña que desde el inicio, la Iglesia estuvo conformada con personas imperfectas, no es una asociación de “puros”. La misión de los apóstoles es de continuar la misión de Jesús. Esa es la tarea de la Iglesia. No hay misión propia. Su misión es la de Jesús: predicar el Reino de los cielos. Por ello, hoy nos preguntamos:
¿Cómo nos vemos cada uno en la misión de proclamar el Reino de los Cielos?
¿Proclamamos el Reino de los Cielos en nuestra familia?
¿Somos valientes para proclamar el Reino de los cielos en nuestro ámbito social?
Lecturas del dia
Libro de Génesis 41,53-57.42,5-7a.17-24a
Entonces terminaron los años en que Egipto gozó de abundancia, y comenzaron los siete años de hambre, como José lo había anticipado. En todos los países se sufría hambre, pero en Egipto había alimentos. Cuando también los egipcios y el pueblo sintieron hambre, y el pueblo pidió a gritos al Faraón que le diera de comer, este respondió: “Vayan a ver a José y hagan lo que él les diga”.
Como el hambre se había extendido por todo el país, José abrió los graneros y distribuyó raciones a los egipcios, ya que el hambre se hacía cada vez más intensa. Y de todas partes iban a Egipto a comprar cereales a José, porque el hambre asolaba toda la tierra. Así llegaron los hijos de Israel en medio de otra gente que también iba a procurarse víveres, porque en Canaán se pasaba hambre.
José tenía plenos poderes sobre el país y distribuía raciones a toda la población. Sus hermanos se presentaron ante él y se postraron con el rostro en tierra. Al verlos, él los reconoció en seguida, pero los trató como si fueran extraños y les habló duramente. “¿De dónde vienen?”, les preguntó. Ellos respondieron: “Venimos de Canaán para abastecernos de víveres”. E inmediatamente, los puso bajo custodia durante tres días.
Al tercer día, José les dijo: “Si quieren salvar la vida, hagan lo que les digo, porque yo soy un hombre temeroso de Dios.
Para probar que ustedes son sinceros, uno de sus hermanos quedará como rehén en la prisión donde están bajo custodia, mientras el resto llevará los víveres, para aliviar el hambre de sus familias. Después me traerán a su hermano menor. Así se pondrá de manifiesto que ustedes han dicho la verdad y no morirán”. Ellos estuvieron de acuerdo. Pero en seguida comenzaron a decirse unos a otros:
“¡Verdaderamente estamos expiando lo que hicimos contra nuestro hermano! Porque nosotros vimos su angustia cuando nos pedía que tuviéramos compasión, y no quisimos escucharlo. Por eso nos sucede esta desgracia”. Rubén les respondió: “¿Acaso no les advertí que no cometieran ese delito contra el muchacho? Pero ustedes no quisieron hacer caso, y ahora se nos pide cuenta de su sangre”. Ellos ignoraban que José los entendía, porque antes habían hablado por medio de un intérprete. José se alejó de ellos para llorar; y cuando estuvo en condiciones de hablarles nuevamente, separó a Simeón y ordenó que lo ataran a la vista de todos.
Salmo 33(32),2-3.10-11.18-19
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
El Señor frustra el designio de las naciones
y deshace los planes de los pueblos,
pero el designio del Señor
permanece para siempre,
y sus planes, a lo largo de las generaciones.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Sermón de Isaac de Stella (¿-c. 1171) Enviado a las ovejas perdidas
Cristo vino a buscar a la única oveja que se había perdido (Mt 18,12). Es por ella que el Buen Pastor, cuya venida desde siempre había sido prometida, ahora ha sido enviado en el tiempo; es para ella que ha nacido y ha sido entregado. Ella es única, sacada de los judíos y de las naciones, sacada de todas las naciones; única en el misterio, múltiple en las personas, múltiple por el cuerpo según la naturaleza, única por el Espíritu según la gracia; en resumen, una sola oveja y una multitud innumerable. Es por eso que el que vino a buscar a la única oveja ha sido enviado «a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 15,24)… Ahora bien, lo que el Pastor reconoce como suyo «nadie puede arrancárselo de su mano» (Jn 10, 28). Porque no se puede forzar el poder, engañar la sabiduría, destruir la caridad.
Así es como habla él con toda seguridad: «De los que me has dado, Padre, ninguno se ha perdido» (Jn 17,22). Ha sido enviado como verdad para los engañados, como sabiduría para los que eran insensatos, como remedio para los enfermos, como rescate para los cautivos, y como alimento para los que morían de hambre. Su persona es para todos, por ello se puede decir que ha sido enviado «a las ovejas perdidas de la casa de Israel», para que no estén perdidas para siempre.