Evangelio según San Mateo 5,20-26
En aquel tiempo dijo Jesús: Os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: No mates, pues el que mata será condenado. Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno.
Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda. Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.
Comentario del Evangelio
Sabemos que, en el ámbito de la justicia, una ley de rango inferior queda sometida a otra de rango superior. En el texto de hoy, la afirmación de Jesús: “pero yo os digo”, indica la supremacía de su Palabra sobre las enseñanzas anteriores, a las que viene a plenificar. ¿Hasta qué punto el criterio del amor de Dios está por encima de nuestras “leyes personales”: apetencias, conductas, ideologías, etc.? ¿Somos capaces de abandonar nuestras tendencias para aceptar la tendencia que nos pide el Señor y encontrarnos con quienes compartimos la vida?
Lecturas del día
Libro de Ezequiel 18,21-28.
Así habla el Señor Dios: Si el malvado se convierte de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, seguramente vivirá, y no morirá. Ninguna de las ofensas que haya cometido le será recordada: a causa de la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Acaso deseo yo la muerte del pecador -oráculo del Señor- y no que se convierta de su mala conducta y viva? Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿acaso vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho será recordada: a causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá. Ustedes dirán: “El proceder del Señor no es correcto”.
Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. El ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá.
Salmo 130(129),1-2.3-4ab.4c-6.7-8
Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido.
Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora.
Como el centinela espera la aurora
espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
Él redimirá a Israel
de todos sus pecados.
Comentario de San Juan Crisóstomo (c. 345-407) Mediante su cruz, en su persona, dio muerte al odio
Cristo dio la vida por ti, ¿y tú continúas aborreciendo al que es un servidor como tú? ¿Cómo puedes acercarte a la mesa de la paz? Tu Maestro no dudo en soportar por ti todos los sufrimientos, ¿y tú, rechazas incluso renunciar a tu cólera?… «¡Fulano me ha ofendido gravemente, dices tú, ha sido tantas veces injusto conmigo, e incluso me ha amenazado de muerte!» ¿Qué es esto? Todavía no te ha crucificado tal como sus enemigos crucificaron al Señor.
Si no perdonas las ofensas recibidas de tu prójimo, tampoco tu Padre que está en los cielos te perdonará tus faltas (Mt 6,15). ¿Qué es lo que dice tu conciencia cuando pronuncias estas palabras: «Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre» y lo que sigue? Cristo no ha hecho diferencias: derramó su sangre también para los que derramaron la suya. ¿Podrás tú hacer algo semejante? Cuando no quieres perdonar a tu enemigo, te haces daño a ti mismo, no a él…; lo que estás preparando es un castigo para ti mismo el día del juicio…
Escucha lo que dice el Señor: «Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda»… Porque el Hijo del hombre ha venido al mundo para reconciliar a la humanidad con su Padre. Es así como lo dice san Pablo: «Ahora Dios ha reconciliado consigo todas las cosas» (Col, 1,22); «mediante su cruz, en su persona, dio muerte al odio» (Ef 2,16).