Pero cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe sobre la tierra?

Pero cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe sobre la tierra?

Evangelio según san Lucas 18,1-8

Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: “En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”. Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”

Comentario del Evangelio

En el día de hoy el evangelio es una fuerte enseñanza de Jesús sobre la oración. La parábola nos presenta a un juez que ante la insistencia la insistencia decide hacer justicia. Con mayor razón Dios escucha siempre a quienes acuden a El en la oración confiada y perseverante y les hace justicia en un abrir y cerrar de ojos. La oración conlleva a apoyarnos en alguien, confiarnos a él, salir de nosotros mismos y abandonarnos a Otro. Estamos invitados a una oración repetida, constante, continua, obstinada. Dios no nos abandona aunque nosotros lo abandonemos a El. Hoy nos preguntamos:

¿Cómo es mi vida de oración?
¿Me doy tiempo para hablar con el Señor?
¿Le confío a Dios mis alegrías y mis penas?
¿Es mi oración diaria solamente un rito obligado?

Lecturas de dia

Libro de la Sabiduría 18,14-16.19,6-9

Cuando un silencio apacible envolvía todas las cosas, y la noche había llegado a la mitad de su rápida carrera, tu Palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real, como un guerrero implacable, en medio del país condenado al exterminio. Empuñando como una espada afilada tu decreto irrevocable, se detuvo y sembró la muerte por todas partes: a la vez que tocaba el cielo, avanzaba sobre la tierra. Porque la creación entera, obedeciendo a tus órdenes, adquiría nuevas formas en su propia naturaleza, para que tus hijos fueran preservados incólumes.

Se vio a la nube cubrir el campamento con su sombra y emerger la tierra seca de lo que antes era agua; apareció en el Mar Rojo un camino despejado y una verde llanura, entre las olas impetuosas: por allí paso todo un pueblo, protegido por tu mano, contemplando prodigios admirables. Eran como caballos en un pastizal y retozaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su liberador.

Salmo 105(104),2-3.36-37.42-43

Canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!

Hirió de muerte a los primogénitos de aquel país,
a las primicias de todo ser viviente;
sacó a su pueblo cargado de oro y plata,
y nadie desfalleció entre sus tribus:

Él se acordó de la palabra sagrada,
que había dado a Abraham, su servidor,
e hizo salir a su pueblo con alegría,
a sus elegidos, entre cantos de triunfo

Conferencia de san Juan Casiano (c. 360-435) Persistamos a toda costa en la oración

Diré lo que la experiencia me ha revelado sobre las señales por las cuales se conoce que una oración ha sido acogida por el Señor. Si ninguna duda asalta nuestra oración, y ningún pensamiento de desconfianza se apodera de nosotros, antes, al contrario, tenemos el sentimiento íntimo de haber obtenido lo que solicitamos en la efusión misma de nuestra plegaria, entonces ésta – no lo dudemos – ha sido eficaz cerca de Dios. Porque lo que hace que seamos oídos y obtengamos lo que deseamos es la fe en la mirada de Dios sobre nosotros y la confianza de que tiene poder de concedernos lo que pedimos. Nuestro Señor no puede retractar el contenido de aquella sentencia suya: “Todo lo que pidáis al orar, creed que lo tendréis y se os dará” (Mc 11,24). (…)

Rechacemos con firmeza las inútiles vacilaciones que pugnan contra la fe. Persistamos a toda costa en la plegaria. No dudemos que si perseveramos en nuestro empeño merecemos ser oídos en todo aquello que solicitamos según el espíritu de Dios. Porque es el mismo Señor quien, deseoso de otorgarnos los bienes celestiales, nos mueve en cierta manera a hacerle violencia con nuestra importunidad. Por eso, lejos de ahuyentar a los importunos, les infunde alientos y les encomia, alentándoles con la dulce promesa de concederles todo cuanto habrán esperado con constancia: “Pedid, y recibiréis; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe, quien busca halla y al que llama se le abre”(Lc 11, 9-10); y aun: “Todo cuanto pidiereis en la oración, creyendo que vais a conseguirlo, lo recibiréis, y nada será imposible para vosotros” (Mt 21,22; 17,20).

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