Evangelio según san Mateo 13,31-35
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas. Les dijo otra parábola: El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo
Comentario del Evangelio
Jesús utiliza distintos ejemplos para enseñarnos que el Reino de Dios está creciendo. Crece con los tiempos de Dios, que no son los nuestros. Además, nos recuerda que las cosas grandes comienzan con cosas insignificantes. Es como una pequeña semilla que termina convirtiéndose en un árbol inmenso, o como una pequeña porción de levadura que lentamente, pero sin pausa, hace fermentar y produce una gran masa. Hay que confiar en ese misterio de Dios que trabaja también cuando no lo vemos. Reconozcamos esa fuerza sobrenatural que crece en las cosas pequeñas. En el ejemplo del árbol, es bello advertir que entre sus ramas anidan los pájaros, en una mezcla de ternura, bondad y esperanza. Con nuestras pequeñas entregas, el Señor puede hacer silenciosamente grandes cosas.
Lecturas del día
Lectura del libro de Jeremías 13,1-11
Así me dijo el Señor: Vete y cómprate un cinturón de lino, y rodéate con él la cintura; pero que no toque el agua. Me compré el cinturón, según me lo mandó el Señor, y me lo ceñí. Me volvió a hablar el Señor: Torna el cinturón que has comprado y llevas ceñido, levántate y ve al río Éufrates, y escóndelo allí, entre las hendiduras de las piedras. Fui y lo escondí en el Éufrates, según me había mandado el Señor. Pasados muchos días, me dijo el Señor: Levántate, vete al río Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder allí. Fui al Éufrates, cavé, y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para nada. Entonces me vino la siguiente palabra del Señor:
Así dice el Señor: De este modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adoración, será como ese cinturón, que ya no sirve para nada. Como se adhiere el cinturón a la cintura del hombre, así me adherí la casa de Judá y la casa de Israel –oráculo del Señor–, para que ellas fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza, mi ornamento; pero no me escucharon.
Salmo Dt 32,18-19.20.21
Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas. R/.
Pensando: «Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.»
«Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo ilusorio,
los irritaré con una nación fatua.»
Comentario del Evangelio por San Pedro Crisólogo (c. 406-450) Hasta que toda la pasta fermente
Vayamos al sentido profundo de esta parábola. La mujer que ha cogido la levadura, es la Iglesia; la levadura, es la revelación de la doctrina celestial, las tres medidas en las cuales esconde la levadura son la Ley, los Profetas y los Evangelios, en los que el sentido divino está dentro y se esconde bajo términos simbólicos, a fin de ser captado por el fiel y escape al infiel. En cuanto a las palabras “hasta que toda la pasta fermente” se refieren a lo que dice el apóstol Pablo: “inmaduro es nuestro saber e inmaduro nuestro predicar, pero cuando venga la madurez, lo inmaduro se acabará” (1C 13,9). Ahora el conocimiento de Dios está dentro de la pasta: se extiende sobre los sentidos, hincha los corazones, aumenta las inteligencias y, como toda enseñanza, los ensancha, los levanta y los desarrolla hasta tener las dimensiones de la sabiduría celestial. Ya pronto todo fermentará. ¿Cuándo? En la venida de Cristo.