Evangelio según san Marcos 9,38-40
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
Reflexión del Evangelio
Si el Señor quiere y vivimos, haremos esto o lo otro. El apóstol Santiago es un predicador concreto, va al grano, su carta es una crítica a las deviaciones que se estaban dando en la vida de las primeras comunidades cristianas, y que siguen estando presentes en la actualidad.
En los versículos que leemos hoy nos va a recordar algo muy elemental, pero que muchas veces se nos olvida. Nosotros no somos los dueños de nuestra vida, ni los organizadores de nuestra historia. Dios tiene un plan para nosotros, desde la eternidad hay un diseño de Amor sobre la humanidad y el mundo, y nuestro empeño tiene que estar orientado a descubrir ese plan e intentar adecuarnos a él. Sin embargo, cada día somos espectadores de un mundo que no tiene a Dios en cuenta y que ambiciona más y más en todos los campos. Y la “cara b” de esta sociedad es la insatisfacción que conduce a las adicciones, a la depresión, e incluso al suicidio.
Parece una cosa nimia, pero si de verdad creyéramos que nuestra vida es como una nube que pasa, quizás seríamos más felices porque estaríamos menos atrapados por las preocupaciones de la vida, y más centrados en lo esencial. Si siempre tuviéramos presente que no somos autosuficientes, que es Dios quien dirige nuestro obrar; si siguiéramos la recomendación del apóstol, y dijéramos: “si el Señor quiere y vivimos y haremos esto y lo otro”. De nuestro corazón desaparecería toda sombra de prepotencia y arrogancia, seriamos pobres en el espíritu, a los que Dios proclama dichosos porque de ellos es el reino de los cielos. ¿A qué reino aspiramos?
El que no está contra nosotros, está a favor nuestro
El Evangelio de hoy nos presenta una situación que seguro a Jesús le hizo sonreír, al ver que sus discípulos no se habían enterado de nada. Esta actitud de los discípulos de creerse los especiales, los únicos poseedores de la verdad, con exclusividad para hacer cosas por el Señor… es un modo muy humano de pensar y que, por supuesto no está en sintonía con el mensaje de Jesús, Él ha venido a salvar a todos, su enseñanza y misión no tiene muros ni fronteras.
Cuando estamos pendientes de los otros, no para aprender de ellos sino para compararlos, eso hace que nuestra tarea apostólica pierda autenticidad y además es un atentado real a la unidad de la Iglesia. Ser verdaderos discípulos es no tener una mirada estrecha sino amplitud de miras, es saber reconocer los destellos de verdad que hay en todas las cosas y amarlas. Alejar de nuestro corazón la envidia y el creernos superiores; dejad que lo demás hagan su apostolado sin compararnos.
En la Iglesia la unidad nunca es uniformidad, por eso hay muchos carismas y muchas formas de vivir el mensaje evangélico. Los hombres no podemos abarcar la totalidad del misterio de Cristo, nos necesitamos unos a otros. Todos formamos el cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, por eso no debemos ver una amenaza en las distintas formas de apostolado, sino una riqueza para gloria de Dios. Lo importante es estar unido a Cristo y ser fieles al magisterio y tradición de la Iglesia, el modo como se hagan las cosas es secundario, todo contribuye a la edificación de la Iglesia.
Seamos constructores con nuestras palabras y nuestras obras.