Oración de Jesús

Oración de Jesús

Evangelio según San Mateo 6,7-15

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Al orar no repitas palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido.

Vosotros debéis orar así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra así como se hace en el cielo. Danos hoy el pan que necesitamos. Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos han ofendido. Y no nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno.

Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis.

Comentario del Evangelio

Redescubrir el Padrenuestro. Un ejercicio muy saludable para redescubrir el Padrenuestro sería desgranar en alguna ocasión cada una de sus afirmaciones y súplicas, dejar que resonaran con tranquilidad dentro de nosotros, sin prisa, empleando el tiempo que fuera necesario, aunque tuviéramos que retomar este ejercicio en distintos momentos, para asombrarnos del mensaje que quiere comunicarnos. Decía san Juan Crisóstomo, un autor de los primeros siglos de la Iglesia: “No podéis llamar Padre vuestro al Dios de toda bondad si mantenéis un corazón cruel e inhumano; porque en este caso ya no tenéis en vosotros la señal de la bondad del Padre celestial”.

Lecturas del día

Libro de Isaías 55,10-11

Así habla el Señor: Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca:  ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.

Salmo 34(33),4-5.6-7.16-17.18-19

Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia El y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

Los ojos del Señor miran al justo
y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.

Comentario de San León Magno (¿-c. 461)   Perdona nuestras deudas como nosotros las perdonamos a nuestros deudores

Aquellos que desean acoger la Pascua del Señor con la santidad del espíritu y del cuerpo deben ante todo esforzarse por adquirir esta gracia que contiene la suma de las virtudes y que “cubre una multitud de pecados” (1P 4,8). Al acercarnos a la celebración del misterio más grande de todos, preparemos primero el sacrificio de la misericordia.

Lo que la bondad de Dios nos ha dado, lo regresamos a aquellos que nos han ofendido. ¡Que las injurias sean tiradas al olvido, que las faltas ignoren la tortura y que todas las ofensas se liberen del miedo de la venganza! ¡Que las prisiones no retengan más a nadie!…Si alguien tiene prisioneros como éste…, que sepa que él también es pecador y, para recibir el perdón, que se regocije de haber encontrado a quién perdonar. De este modo cuando digamos, según las enseñanzas del Señor: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden” (Mt 6,12), no dudaremos, al hacer esta oración, en que obtendremos el perdón de Dios.

 

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