Evangelio según san Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielos».
Comentario del Evangelio
¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente sencilla… Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su afirmación se entiende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si seréis pobres de espíritu, si seréis mansos, si seréis puros de corazón, si seréis misericordiosos… ¡Ustedes serán la sal de la tierra y la luz del mundo!
Para comprender mejor estas imágenes, tengamos en cuenta que la ley judía prescribía poner un poco de sal sobre cada oferta presentada a Dios, como un signo de alianza. La luz, entonces, para Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces, una misión para con todos los hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda la humanidad. Pero si los cristianos perdemos sabor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la efectividad.» (S.S. papa Francisco).
Lecturas del día
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, 1-10
Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Sabiduría, sí, hablamos entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito:
Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.
Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.
Sal 118, 99-100. 101-102. 103-104
Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.
Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus mandatos.
Aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra;
no me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido.
¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
Considero tus mandatos,
y odio el camino de la mentira.
Reflexión del Evangelio de hoy
Estamos en un tiempo litúrgico precioso, Tiempo Pascual, en él todos los textos están impregnados de la alegría profunda del encuentro con el Resucitado y de la búsqueda fundamental de la fe. ¡Aleluya!
“Que vuestra fe se apoye en el poder de Dios”
En la 1ª lectura, Pablo se refiere a su segundo viaje misionero cuando funda la comunidad cristiana en la ciudad de Corinto. La temática de la carta aborda la problemática interna que estaba viviendo esta iglesia de Corinto, Pablo lo aborda y desea entregarles lo fundamental de su fe.
Por otros textos sabemos que Pablo era un expositor brillante, elocuente y convincente, quizás por estas cualidades que se le conocían, hace esa larga y repetitiva exposición sobre su persona y su predicación. “Me presenté a vosotros débil, y temblando de miedo, mi palabra y predicación no fue con persuasiva sabiduría humana…”(v 3-4). Quiere que sus oyentes no se lleven a equívocos o engaños, ni busquen escusas, quiere para ellos, -y en ellos para todos nosotros- que se dé el verdadero encuentren con el Cristo crucificado, éste es el centro de su mensaje: “enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria” (v 7).
Pablo hubiera podido cautivarles con argumentos intelectuales, “ganarles para Dios”, que siguieran a su propia persona y que más tarde descubrieran a Dios, pero no, prefirió anunciar el mensaje sencillo y exigente del evangelio de Jesucristo, dejando que el Espíritu Santo guiara sus palabras y que ese mismo Espíritu fuera actuando en el corazón de sus oyentes. ¡Qué humildad y que coherencia la de Pablo en su misión! ¡Qué lección para nosotros hoy! Ojalá sepamos dejar espacio en nosotros al Espíritu de Dios.
Contemplémonos y quizás podamos responder a la afirmación que Pablo hace a los cristianos de Corinto: ¿En qué y en quién se apoya hoy tu fe?
“Vosotros sois la sal de la tierra, y la luz del mundo”
El evangelio de hoy transcurre inmediatamente después de las bienaventuranzas, Jesús contemplando a sus discípulos les dice: “Vosotros sois la sal de la tierra” “Vosotros sois la luz del mundo” (v 12-13)Al escuchar esta presentación que Jesús manifiesta ante sus discípulos, suscita en mí, en nosotros, diferentes emociones: ¡Qué dicha la nuestra, la mía…!, el Maestro me considera a mí, ser sal de la tierra y luz del mundo. Tomo aliento y enseguida pienso: ¡Cuánta responsabilidad deposita en mi vida, en nuestra vida…!, porque Jesús no dice “tienen que ser”, sino “son”. Y lo somos porque hemos entrado por nuestro bautismo a formar parte de su reino y, desde ese momento, nuestra vida se ha de asociar con la de Él. Esta es mi identidad cristiana.
Vuelvo sobre la imagen que nos presenta Mt y me pregunto maravillada: ¿Quiénes son los que Jesús tiene delante? ¿Quiénes son esos discípulos? Sí es verdad que Él les ha llamado, los conoce, pero son simples pescadores, gente sencilla, sin estudios… Pero, Jesús les mira con los ojos de Dios, y su afirmación se comprende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Vivirlas, es decir, ser pobres de espíritu, ser mansos, ser misericordiosos…entonces sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Así de sencillo, así de exigente.
Tenemos un rol vital, una vocación que desempeñar “Vosotros sois la sal de la tierra” “Vosotros sois la luz del mundo” No recibimos este tesoro para guárdale en un cofre y que no se deteriore o para emplearlo sólo en beneficio propio. Jesús al expresarse así está añadiendo un plus a nuestro ser cristiano acentuando para quienes somos, es como si nos dijese: os envío para toda la tierra y para todo el mundo, necesito personas que encarnen mi mensaje de amor, sean amplios de miras, salgan a la luz y no se escondan.
En esta misión no caben medias tintas para trabajar en la construcción del Reino de Dios. Nuestra vida ha de ser como la sal, dar sabor al mundo, y como la luz, que alumbra a otros. Voy a terminar con unas palabras del Papa Francisco: “No se dejen impresionar por sus límites ni por su pobreza. Mediante su Espíritu, que habita en ustedes, Cristo les da el ser sal de la tierra. Dirijan su mirada hacia él para recibir lo que les pide.” (Francisco, 29/12/2014).
¿Con mi presencia, con mis palabras, con mi actuar… estoy siendo sal y luz para los demás?