No hay árbol bueno que dé frutos malos ni árbol malo que dé frutos buenos

No hay árbol bueno que dé frutos malos ni árbol malo que dé frutos buenos

Evangelio según San Lucas 6,43-49

Jesús decía a sus discipulos:  No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué ustedes me llaman: ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica.

Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.

Comentario del Evangelio

Jesús no dice en este texto que el que escuche sus palabras se verá libre de tormentas, crisis, noches oscuras o sufrimientos. No. Tanto el que construye su casa sobre la arena como el que lo hace sobre la roca, se ven sometidos a las mismas inclemencias. Sobre los dos cae la misma tempestad. Bajo los dos la tierra tiembla del mismo modo. La única diferencia está en la forma de resistir la prueba. Lo que debemos pedir de verdad al Señor es que, cuando llegue la crisis, nos encuentre viviendo a la escucha del Evangelio. Cristo es nuestra roca.

Lecturas del dia

Carta I de San Pablo a los Corintios 10,14-22

Queridos míos, eviten la idolatría. Les hablo como a gente sensata; juzguen ustedes mismos lo que voy a decirles. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan. Pensemos en Israel según la carne: aquellos que comen las víctimas, ¿no están acaso en comunión con el altar? ¿Quiero decir con esto que la carne sacrificada a los ídolos tiene algún valor, o que el ídolo es algo?

No, afirmo sencillamente que los paganos ofrecen sus sacrificios a los demonios y no a Dios. Ahora bien, yo no quiero que ustedes entren en comunión con los demonios. Ustedes no pueden beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios; tampoco pueden sentarse a la mesa del Señor y a la mesa de los demonios. ¿O es que queremos provocar los celos del Señor? ¿Pretendemos ser más fuertes que él?

Salmo 116(115),12-13.17-18

¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.

Enseñanza de Talasio Líbico y Africano  El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón 

Esconden la hipocresía bajo la cubierta del amor, los que “bendicen con la boca y maldicen con el corazón” (Sal 62(61),5). El que ha adquirido el amor, soporta sin turbarse cosas que afligen y dan penas, suscitadas por los enemigos. Sólo el amor une la creación a Dios y a los seres entre ellos, en la concordia. Posee el amor verdadero el que no desconfía ni soporta palabras dichas contra el prójimo. Es honorado por Dios y los hombres el que no comienza nada que pueda destruir al amor. Lo propio del amor sincero es una palabra verdadera, que viene de una buena conciencia. El que reporta a un hermano los reproches que vienen de otro, esconde celos bajo la cubierta de la bondad. (…)

Cuídate de la intemperancia y del odio y no encontrarás nada que te haga obstáculo en el tiempo de la oración. De igual forma que no es posible sentir el perfume en el fango, no es posible sentir el buen perfume del amor en un alma rencorosa. (…) El que no envidia a los buenos y tiene piedad de los malos, porta en él un mismo amor para todos. No confíes en el pensamiento que juzga al prójimo, ya que “saca cosas malas de su tesoro de maldad” (cf. Mt 12,35; 6,21).

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