Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo dijo Jesús

Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo dijo Jesús

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mun do para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios».

Comentario del evangelio

Dios se ha mostrado verdaderamente. Ha amado tanto al mundo que -nos ha dado a su hijo Unigénito, para que quien cree en Él no se pierda sino que tenga vida eterna-, y en el supremo acto de amor de la cruz, sumergiéndose en el abismo de la muerte, la ha vencido, ha resucitado y nos ha abierto también a nosotros las puertas de la eternidad.  Hoy se nos invita a renovar con valor y con fuerza nuestra fe en la vida eterna. Es más, a vivir con esta gran esperanza y a dar testimonio de ella al mundo. La fe en la vida eterna da al cristiano el valor para amar aún más intensamente esta tierra nuestra y trabajar para construir un futuro para la vida eterna.

Lecturas de hoy

Lectura del libro de los Números 21, 4b-9

En aquellos días, el pueblo ese cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin sustancia». El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes». Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: «Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla». Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.

Sal 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38 

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,
inclina el oído a las palabras de mi boca:
que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado.

Cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios altísimo su redentor.

Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él,
ni eran fieles a su alianza.

Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor.

Reflexión del Evangelio de hoy  Dios siempre perdona y ama

Hay que repetirlo cuantas veces sea preciso. La historia de las relaciones de Dios con los hombres es la historia del amor apasionado de Dios hacia todos nosotros. En un primer momento, el pueblo judío percibió con intensidad este amor cuando Dios los libró de la esclavitud de Egipto.

Pero en el trayecto hasta la tierra prometida, en algunas ocasiones, como nos indica el episodio de esta primera lectura, no vieron claro ese amor de Dios. “El pueblo estaba extenuado del camino y habló contra Dios y contra Moisés”. El Señor envió como castigo serpientes venenosas y murieron muchos israelitas. El pueblo cayó en la cuenta de su pecado, se arrepintieron y pidieron a través de Moisés que les perdonase y que apartase de ellos las serpientes mortales. Dios se las arregló para salvarles a través de una serpiente colocada en un estandarte a quien tenían que mirar. Dios perdonaba a su pueblo y le seguía amando.

La cruz de Jesús es la mejor prueba de su amor hacia nosotros

La segunda lectura de San Pablo y el evangelio del día, nos ayudan a ver que la muerte de Jesús en la cruz es la exaltación del apasionado amor que nos tiene. Siempre hemos de ver unidos su vida, su muerte en cruz, y su resurrección. Si Jesús murió en la cruz fue porque vivió así, de una determinada manera, y si resucitó fue porque vivió y murió así. En esta fiesta de hoy queremos resaltar la muerte de Jesús en la cruz y el gran amor que encierra… pero lo mismo podemos y debemos decir de su vida y su resurrección.

En lo del amor… hay que empezar por Dios Padre, que tanto amó al mundo que le envió a su Hijo. Hay que seguir por su Hijo Jesús, que fue capaz de no hacer alarde de su categoría de Dios y tomar la condición de esclavo, para que viéramos con más claridad que había venido a servirnos y no a ser servido. Y nos sirvió, no desde la altura divina, sino desde su condición humana, llenándonos de luz y predicándonos su buena noticia, gastando su vida en indicarnos el camino que nos lleva a vivir con vida, con sentido, con esperanza en esta tierra antes de desembocar en la vida de felicidad total después de nuestra muerte y resurrección.

A las autoridades judías no les gustó Jesús, su manera de vivir y su manera de predicar. Le pidieron que se callase que no predicase su evangelio. Pero Jesús, por amor a nosotros, siguió predicando su buena noticia y como consecuencia le mataron en una cruz, pero de esta manera su amor, su evangelio, su luz han quedado para siempre con nosotros. Por amor a nosotros, por no dejarnos en la estacada, por no dejarnos sin la mejor noticia que nosotros los hombres podíamos recibir… le mataron en la cruz. Es verdad, la exaltación de la cruz, es la exaltación del gran amor que siempre nos tuvo Jesús.

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