Evangelio según San Marcos 10,28-31
Pedro comenzó a decirle: Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido. Jesús respondió: Os aseguro que todo el que por mi causa y por causa del evangelio deje casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras, recibirá ya en este mundo cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con persecuciones; y en el mundo venidero recibirá la vida eterna. Pero muchos que ahora son los primeros serán los últimos; y muchos que ahora son los últimos serán los primeros.
Comentario del Evangelio
La generosidad del seguimiento. ¿Sabes ya cuál es tu sitio en la Iglesia? ¿Cómo lo vives hoy? ¡La generosidad de cuántas personas a lo largo de la historia de la Iglesia ha hecho posible que la buena noticia del Evangelio se haya extendido por los cinco continentes contagiando el entusiasmo de seguir “perdiendo” personas y cosas para continuar ganándolas de otra manera!, porque, ciertamente “se gana” en la fraternidad de los seminarios y noviciados, en el trato con las comunidades cristianas, con las familias, ancianos, niños, pobres, con todo el pueblo, que se beneficia a su vez de los llamados por el Señor.
Lecturas del día
Libro de Eclesiástico 35,1-15
Observar la Ley es como presentar muchas ofrendas y ser fiel a los mandamientos es ofrecer un sacrificio de comunión; devolver un favor es hacer una oblación de harina y hacer limosna es ofrecer un sacrifico de alabanza. La manera de agradar al Señor es apartarse del mal, y apartarse de la injusticia es un sacrificio de expiación. No te presentes ante el Señor con las manos vacías, porque todo esto lo prescriben los mandamientos. Cuando la ofrenda del justo engrasa el altar, su fragancia llega a la presencia del Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado y su memorial no caerá en el olvido. Glorifica al Señor con generosidad y no mezquines las primicias de tus manos.Da siempre con el rostro radiante y consagra el diezmo con alegría.
Da al Altísimo según lo que él te dio, y con generosidad, conforme a tus recursos, porque el Señor sabe retribuir y te dará siete veces más. No pretendas sobornarlo con un don, porque no lo aceptaría, y no te apoyes en un sacrificio injusto. Porque el Señor es juez y no hace distinción de personas:no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja.¿No corren las lágrimas por las mejillas de la viuda y su clamor no acusa al que las hace derramar?
Salmo 50(49),5-6.7-8.14.23
“Reúnanme a mis amigos,
a los que sellaron mi alianza con un sacrificio”.
¡Que el cielo proclame su justicia,
porque el Señor es el único Juez!
“Escucha, pueblo mío, yo te hablo;
Israel, voy a alegar contra ti:
yo soy el Señor, tu Dios.
No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza
y cumple tus votos al Altísimo;
El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios.”
Comentario de San Bernardo (1091-1153) Ya en este tiempo, cien veces más
“Sembrad en justicia, dice el Señor, y recogeréis la esperanza de la vida”. No habla del último día cuando todo se nos dará realmente y ya no en esperanza; habla del presente. Cierto, nuestro gozo será grande, nuestra alegría infinita, cuando comenzará la verdadera vida. Pero ya la esperanza de un gozo tan grande no se puede dar sin gran gozo. “Que la esperanza os tenga alegres” dice el apóstol Pablo (Rm 12,12). Y David no dice que estará gozoso, sino que ya lo ha estado el día en que ha esperado poder entrar en la casa del Señor (Sl 121,1). Todavía no poseía la vida, pero ya había cosechado la esperanza de la vida. Y al mismo tiempo experimentaba la verdad de la Escritura que dice que no sólo la recompensa sino “la esperanza de los justos está llena de gozo” (Pr 10,28). Este gozo se produce en el alma de aquel que ha sembrado para la justicia, por la convicción que tiene de que sus pecados le son perdonados…
Cualquiera de entre vosotros, después de los principios amargos de la conversión, tiene la felicidad de verse aliviado por la esperanza de los bienes que espera… ya desde ahora ha recogido el fruto de sus lágrimas. Ha visto a Dios y ha escuchado de él: “Dadle el fruto de sus obras” (Pr 31,31). ¿Cómo es posible que el que ha “gustado y visto cuán bueno es el Señor” (Sal 33,9) no haya visto a Dios? El Señor Jesús aparece dulce a aquel que recibe de él no sólo la remisión de sus faltas, sino también el don de la santidad y, más aún, la promesa de la vida eterna. Dichoso el que ha hecho ya tan buena cosecha… El profeta dice en verdad: «Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares» (Sl 125,5)… Ningún provecho ni honor terrestre no nos parecerá estar por encima de nuestra esperanza y de este gozo de esperar, desde ahora enraizado profundamente en nuestros corazones: “La esperanza no engaña, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5).