Abrirse a la novedad de Dios

Abrirse a la novedad de Dios

Evangelio según San Lucas 7,31-35

Dijo el Señor: ¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: ¡Les tocamos la flauta y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres y no lloraron!

Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: ¡Ha perdido la cabeza! Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores. Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.

Comentario del Evangelio

Abrirse a la novedad de Dios

Recibir a Jesús como Mesías es aceptar a Dios como es. Abrirse a su novedad. Significa reconocer su camino, su pedagogía con nosotros, su tiempo. Ocurre que podemos no estar preparados para recibir al Señor por las imágenes de Dios que nos fabricamos. Estas falsas imágenes nos impiden vivir la vida cristiana de manera auténtica, con la fuerza sanadora del encuentro con Jesús. Entonces construimos ídolos, pero no conocemos a Dios tal cual es.

Elaboramos un dios a nuestra propia medida que sólo consigue no movernos en nuestro camino de conversión. Y con estos pretextos retrasamos la respuesta a su oferta de vida en plenitud. Jesús ha venido para hacer caer esas falsas imágenes que nos hacemos de Dios y de nosotros mismos y que tanto daño nos hacen.

La Iglesia vive una vida auténtica cuando deja que Dios sea Dios, es decir, cuando profesa y proclama la misericordia divina en nuestro mundo.

Lecturas del día

Primera Carta de San Pablo a Timoteo 3,14-16

Aunque espero ir a verte pronto, te escribo estas cosas por si me atraso. Así sabrás cómo comportarte en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. En efecto, es realmente grande el misterio que veneramos:El se manifestó en la carne, fue justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, proclamado a los paganos, creído en el mundo y elevado a la gloria.

Salmo 111(110),1-2.3-4.5-6

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor:
los que las aman desean comprenderlas.

Su obra es esplendor y majestad,
su justicia permanece para siempre.
Él hizo portentos memorables,
el Señor es bondadoso y compasivo.

Proveyó de alimento a sus fieles
y se acuerda eternamente de su alianza.
Manifestó a su pueblo el poder de sus obras,
dándole la herencia de las naciones.

Texto de San Basilio (c. 330-379)  Dios nos llama a la conversión incansablemente

¿Hasta cuándo esperamos decidirnos a obedecer a Cristo que nos llama a su Reino celestial? ¿No nos vamos a purificar? ¿No vamos a dejar de una vez este género de vida que llevamos para seguir a fondo el Evangelio?… Pretendemos desear el Reinado de Dios, pero sin preocuparnos demasiado por los medios a emplear para conseguirlo.

Aún más, por la vanidad de nuestro espíritu, sin preocuparnos lo más mínimo por observar los mandamientos del Señor, nos creemos ser dignos de recibir las mismas recompensas que aquellos que han resistido al pecado hasta la muerte. Pero ¿quién en tiempo de la siembra ha podido quedarse sentado y dormir en casa, y después recoger con los brazos bien abiertos las gavillas segadas? ¿Quién ha vendimiado sin haber plantado y cultivado la viña?

Los frutos son para los que han trabajado; las recompensas y las coronas para los que han vencido. ¿Es que alguna vez alguien ha coronado a un atleta sin que éste ni tan sólo se haya revestido para combatir con el adversario? Y, por consiguiente, no sólo es necesario vencer sino también “luchar según las reglas”, como lo dice el apóstol Pablo (2Tes 114,5), es decir, según los mandamientos que nos han sido dados…

Dios es bueno, pero también es justo…:”El Señor ama la justicia y el derecho” (Sl 32,5); por eso “Señor voy a cantar la bondad y la justicia (Sl 100, 1)… Fíjate con que discernimiento el Señor usa de la bondad. No es misericordioso sin más ni más, no juzga sin piedad, porque “el Señor es benigno y justo” (Sl 114,5). No tengamos, pues, de Dios una idea equivocada; su amor por los hombres no debe ser para nosotros pretexto de negligencia.

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