Mi casa será una casa de oración

Mi casa será una casa de oración

Evangelio según San Lucas 19,45-48

Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones. Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.

Comentario del Evangelio

La humanidad de Jesús

Ayer veíamos a Jesús llorar, hoy se muestra enojado con los fariseos por el mal uso que se hace de la casa del Padre, de su propia casa. Son emociones que nos hablan de la humanidad de Cristo, que quiso hacerse igual que nosotros en todo menos en el pecado. Tanto la tristeza como el enfado vienen motivados por el amor de Jesús a su pueblo, a su Padre, a todos. Es el amor lo que movió a la encarnación del Hijo de Dios y lo que gobernó su estancia entre nosotros. El amor que sentía por la gente que le escuchaba con el corazón y la mirada limpia fue el que le subió a la cruz. Frente a este amor contrasta la ceguera del corazón perverso, perdido, de los fariseos, los sacerdotes y maestros de la ley, incapaces de descubrir al Maestro.

Lecturas del día

Primer Libro de Macabeos 4,36-37.52-59

Judas y sus hermanos dijeron: “Nuestros enemigos han sido aplastados; subamos a purificar el Santuario y a celebrar su dedicación”.

Entonces se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión. El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido.

Este fue dedicado con cantos, cítaras, arpas y címbalos, justamente en el mismo mes y en el mismo día en que los paganos lo habían profanado. Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les había dado la victoria. Durante ocho días celebraron la dedicación del altar, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de acción de gracias. Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas, y les pusieron puertas. En todo el pueblo reinó una inmensa alegría, y así quedó borrado el ultraje infligido por los paganos.

Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del mes de Quisleu, se celebrara con júbilo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar.

Primer Libro de Crónicas 29,10.11abc.11d-12a.12bcd

Después David bendijo al Señor en presencia de toda la asamblea, diciendo:

“¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre!

Tuya, Señor, es la grandeza, la fuerza, la gloria, el esplendor y la majestad;

porque a ti pertenece todo lo que hay en el cielo y en la tierra.

Tuyo, Señor, es el reino;
tú te elevas por encima de todo.

De ti proceden la riqueza y la gloria;
tú lo gobiernas todo,

en tu mano están el poder y la fuerza,
y es tu mano la que engrandece y afianza todas las cosas.

San Ignacio de Antioquia (¿- c. 110)   de la Carta a los Efesios, 3-4, 9  La Escritura dice: Mi casa es una casa de oración

Os exhorto a caminar según el pensamiento de Dios. Porque Jesucristo, príncipe indefectible de nuestra vida es el pensamiento de Dios. Del mismo modo, los obispos, extendidos por toda la tierra, están en el pensamiento de Cristo Jesús. De manera que os conviene caminar según el pensamiento de vuestro obispo. Es lo que ya hacéis. El conjunto de vuestros presbíteros, dignos de Dios, está unido al obispo como las cuerdas lo son a la cítara.

Así, en el acorde de vuestros sentimientos y en la armonía de vuestra caridad, cantáis a Jesucristo. Que cada uno de vosotros se haga miembro del coro para que, en la armonía de vuestros acordes y sobre el tono de Dios, cantéis a una sola voz las alabanzas del Padre, por Jesucristo.

Sois las piedras del templo del Padre, talladas para el edificio construido por Dios el Padre, elevadas hasta la cumbre por Jesucristo, que es la piedra angular, por el Espíritu Santo.

Vuestra fe os eleva a las alturas y la caridad es el camino que os eleva hasta Dios. Sois todos compañeros de ruta, portadores de Dios y de su templo, portadores de Cristo, llevando los objetos sagrados, adornados de los preceptos de Jesucristo.

Con vosotros me siento lleno de alegría… Mi gozo consiste en ver que viviendo en una vida nueva, no aspiráis a nada fuera del amor de Dios.

 

 

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