Evangelio según san Juan 20, 1-3. 11-18
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?” María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”
Ella, pensando que era el cuidador del huerto, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!” Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: “Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes””. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras.
Comentario
Hoy celebramos a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para nuestra fe!, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. María Magdalena ha vivido una experiencia transformadora en su encuentro con Jesús antes de la Pascua. Ella es la primera testigo de la Resurrección. Ella vio al Resucitado y escuchó las palabras que él le dijo. Ella es la primera apóstol de la Resurrección porque corre a anunciarlo. María, contágianos tu amor por Jesús. Enséñanos a buscarle sin desfallecer, a no dejar jamás de anunciarle y de transmitir la alegría que Él siembra entre nosotros. Hoy nos preguntamos:
¿Hemos vivido una experiencia de pérdida y de muerte?
¿Qué nos dio nueva vida y nos devolvió la esperanza y la alegría de vivir?
¿Creemos que Jesús nos acompaña en el dolor de esa muerte?
Lecturas del dia
Lectura del libro del Cantar de los Cantares 3,1-4a
Así dice la esposa: «En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: “¿Visteis al amor de mi alma?” Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma.»
Salmo 62,2.3-4.5-6.8-9
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Himno de san Romano el Melódico (?-c. 560) María Magdalena, apóstol al lado de los apóstoles
Las mujeres que llevaban los aromas, según el relato de San Juan el Teólogo,enviaron por delante a María Magdalena al sepulcro. Era de noche todavía, pero el amor lo iluminaba todo: al darse ella cuenta de que la piedra que cerraba la puerta del sepulcro había sido rodada se volvió a decir: «Discípulos, sabed lo que he visto: la piedra ya no cierra el sepulcro. ¿Se habrán llevado a mi Señor? Tampoco había guardianes, habían huido. ¿Habrá resucitado el que ofrece la resurrección a los hombres caídos?»…
Al que todo lo ve, viendo a María Magdalena vencida por el llanto y abatida por la tristeza, se le partió el corazón… El que sondea los riñones y los corazones, sabiendo que María iba a reconocer su voz, él, el buen pastor, llama a su oveja: «María» le dice y enseguida ella le reconoce: «Ciertamente es mi buen pastor el que me llama para poder contarme, desde ahora, entre las noventa y nueve ovejas. Sé muy bien quien es el que me llama: ya lo había dicho, es mi Señor, es él el que ofrece la resurrección a los hombres caídos.»…
El Señor le dice: «Mujer, que de ahora en adelante tu boca proclame estas maravillas y las explique a los hijos del Reino que están esperando que me desvele, yo, el Viviente. Date prisa, María, reúne a mis discípulos…; despiértalos como si hubieran tenido un sueño para que vengan a mi encuentro con antorchas encendidas. Ve y diles: el Esposo se ha despertado y sale de su sepulcro… Apóstoles, echad de vosotros esta tristeza mortal porque se ha despertado el que ofrece la resurrección a los hombres caídos…»
«De repente mi luto se ha convertido en alborozo, ya para mí todo es gozo y alegría. No tengo ninguna duda en afirmarlo: he recibido la misma gloria que Moisés; he visto, sí, he visto, no sobre el monte sino en el sepulcro, no velado por una nube sino en su mismo cuerpo, he visto al Señor de los seres incorpóreos y de las nubes, al que es, al que era y al que viene.
Es él quien me ha dicho: «Apresúrate, María, y revela a los que me aman que he resucitado. Lleva a los descendientes de Noé esta buena noticia tal como la paloma llevó el ramo de olivo (Gn 8,11). Diles que la muerte ha sido destruida y que se levantó del sepulcro el que ofrece la resurrección a los hombres caídos.»