Evangelio según San Mateo 13,1-9
Aquel mismo día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del lago. Como se reunió mucha gente, subió Jesús en una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo:
Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.
Pero otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta. Los que tienen oídos, oigan.
Comentario del Evangelio
La semilla es la misma, caiga donde caiga, y encierra una fecundidad extraordinaria, aunque no todo dependa de ella. “Dios, que nos ha creado sin nosotros, no nos salva sin nosotros” (san Agustín), cuenta con nosotros, reclama un consentimiento libre y una colaboración perseverante. La “promesa” inscrita en nuestra vida no se cumple por sí sola, requiere un reconocimiento agradecido y un compromiso generoso para no “caer en saco roto”. Pero no todo depende de nosotros, porque la semilla tiene su propio dinamismo: “El Señor les dio pan del cielo y el hombre comió pan de ángeles” (Sal 77).
Libro del Exodo 16,1-5.9-15
Luego partieron de Elím, y el día quince del segundo mes después de su salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí. En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón. “Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea”.
Entonces el Señor dijo a Moisés: “Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del cielo, y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así los pondré a prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley. El sexto día de la semana, cuando preparen lo que hayan juntado, tendrán el doble de lo que recojan cada día”. Moisés dijo a Aarón: “Da esta orden a toda la comunidad de los israelitas: Preséntense ante el Señor, porque él ha escuchado sus protestas”. Mientras Aarón les estaba hablando, ellos volvieron su mirada hacia el desierto, y la gloria del Señor se apareció en la nube. Y el Señor dijo a Moisés:
“Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos términos: “A la hora del crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios”. Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que cubrieron el campamento; y a la mañana siguiente había una capa de rocío alrededor de él. Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie del desierto una cosa tenue y granulada, fina como la escarcha sobre la tierra. Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: “¿Qué es esto?”. Porque no sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: “Este es el pan que el Señor les ha dado como alimento.
Salmo 78(77),18-19.23-24.25-26.27-28
Tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo comida a su antojo.
Hablaron contra Dios, diciendo:
“¿Acaso tiene Dios poder suficiente
para preparar una mesa en el desierto?
Entonces mandó a las nubes en lo alto
y abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos el maná,
les dio como alimento un trigo celestial;
todos comieron un pan de ángeles,
les dio comida hasta saciarlos.
Hizo soplar desde el cielo el viento del este,
atrajo con su poder el viento del sur;
hizo llover sobre ellos carne como polvo
y pájaros como arena del mar:
los dejó caer en medio del campamento,
alrededor de sus carpas.
Sermon de san Juan María Vianney (1786-1859) cura de Ars El sembrador salió a sembrar
Si me preguntáis ahora lo que quiere decir Jesucristo por este sembrador, que salió de madrugada para ir a sembrar la simiente en el campo, hermanos míos, el sembrador es Dios mismo, que empezó a trabajar en nuestra salvación desde el comienzo del mundo, enviándonos a sus profetas antes de la venida del Mesías, para que aprendamos lo que se necesitaba para salvarse; no se ha contentado con enviarnos a sus servidores, vino él mismo, y nos ha trazado el camino que debemos seguir, ha venido a anunciarnos la santa palabra.
¿Sabéis lo que supone que una persona no se alimente de esta palabra santa o abuse? Es similar a un enfermo sin médico, a un viajero perdido y sin guía, a un pobre sin recursos; digamos mejor, hermanos míos, que es imposible amar a Dios y complacerle sin ser alimentado por esta palabra divina. ¿Qué es lo que nos mueve a acercarnos a él, si no porque lo conocemos? Y ¿quién nos lo hace conocer con todas sus perfecciones, bondades y su amor para con nosotros, si no la Palabra de Dios, que nos enseña todo lo que ha hecho por nosotros y los bienes que nos prepara en la otra vida, si queremos complacerle?