Los que tienen oídos, oigan

Los que tienen oídos, oigan

Evangelio según San Marcos 4,21-25

También les dijo: ¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama? No, una lámpara se pone en alto, para que alumbre. De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a ponerse en claro. Los que tienen oídos, oigan. También les dijo: Fijaos en lo que oís. Con la misma medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros, y os dará todavía más. Pues al que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.

Comentario del Evangelio

Con una afirmación y dos preguntas el Señor nos invita a vivir, a seguirlo:

1) Tengo la vida del mismo Cristo por el Bautismo, tengo su Luz.

2) ¿Camino con esa Luz con las personas y en la historia que me toca vivir?

3) ¿He acogido la medida de Dios para vivir en este mundo con los hombres?

Que sepamos vivir no escondiendo la riqueza que el Señor nos ha dado y que sepamos interpretar el himno que todo ser humano hace en esta vida desde esas preguntas que, ciertamente, tienen unas notas musicales: amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Esto es vivir con su Luz.

Lecturas del día

Carta a los Hebreos 10,19-25

Hermanos:  Tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne. También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura.Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel. Velemos los unos por los otros, para estimularnos en el amor y en las buenas obras.No desertemos de nuestras asambleas, como suelen hacerlo algunos; al contrario, animémonos mutuamente, tanto más cuanto que vemos acercarse el día.

Texto del Concilio Vaticano II  Ad Gentes: La actividad misionera de la Iglesia, 21  “Que vuestra luz brille ante los hombres.” ( Mt 5,16)

El evangelio lo puede penetrar profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo de un pueblo sin la presencia activa de los seglares. Por ello, ya al tiempo de fundar la Iglesia hay que atender sobre todo a la constitución de un maduro laicado cristiano…La obligación principal de los seglares, hombres y mujeres, es el testimonio de Cristo, que deben dar con la vida y con la palabra en la familia, en su grupo social y en el ámbito de su profesión. Es necesario que en ellos aparezca el hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad verdadera (cf Ef 4,24). Y deben expresar esta vida nueva en el ambiente de la sociedad y de la cultura patria, según las tradiciones de su nación.

Tienen que conocer esta cultura, sanearla y conservarla, desarrollarla según las nuevas condiciones y, finalmente, perfeccionarla en Cristo, para que la fe cristiana y la vida de la Iglesia no sea ya extraña a la sociedad en que viven, sino que empiece a penetrarla y transformarla. Únanse a sus conciudadanos con sincera caridad a fin de que en el trato con ellos aparezca el nuevo vínculo de unidad y de solidaridad universal que brota del misterio de Cristo. Siembren también la fe de Cristo entre sus compañeros de trabajo, obligación que tanto más urge cuandto que muchos hombres no pueden oír hablar del evangelio ni conocer a Cristo más que por sus vecinos seglares….

Los ministros de la Iglesia, por su parte, aprecien grandemente el activo apostolado de los seglares. Fórmenlos para que, como miembros de Cristo, sean conscientes de su responsabilidad en pro de todos los hombres; instrúyanlos profundamente en el misterio de Cristo; inícienlos en los métodos prácticos y asístanles en las dificultades…

Observando, pues, las funciones y responsabilidades propias de los pastores y de los seglares, dé toda la Iglesia joven testimonio vivo y firme de Cristo, para convertirse en señal luminosa de la salvación, que nos llegó en Cristo.

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