Evangelio según san Lucas 10,1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa. Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: Está cerca de vosotros el reino de Dios.
Comentario del Evangelio
Como corderos en medio de lobos, también nosotros vemos hoy que las necesidades son muchas y superan nuestra capacidad. Por eso hemos de pedir al Señor, creador de todo, que toque el corazón de muchos de nosotros, para que podamos colaborar con el cuidado del campo de Dios. Aun así, debemos saber que en este campo trabajamos en fragilidad, como corderos en medio de lobos. Lo normal es que, si soltamos un grupo de corderos en medio de una manada de lobos, éstos les hieran. Pero el primer cordero es Jesús, que se dejó herir por nuestra salvación. Así, dejándonos herir, amando en toda circunstancia como Jesús ama, podremos dar testimonio verdadero de una fuerza que no es nuestra. Es el reino de Dios que ya está cerca.
Lecturas del día
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13,46-49
En aquellos días, Pablo y Bernabé dijeron a los judíos: Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra. Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región.
Salmo 116,1.2
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Comentario de San Beda el Venerable (c. 673-735) La fe de la Cananea
“¡Oh mujer, grande es tu fe! Que sea como deseas” (Mt 15,28). Sí, la Cananea posee una fe muy grande. No conociendo ni los profetas antiguos, ni los recientes milagros del Señor, ni sus mandatos ni sus promesas, y más aun, siendo rechazada por él, persevera en su petición y no cesa de llamar cerca de aquél cuyo renombre le había dado a entender que era el Salvador. Por eso su petición es escuchada de manera notoria…
Cuando uno de nosotros tiene la conciencia mancillada por el egoísmo, el orgullo, la vanagloria, el desdén, la cólera, la envidia o cualquier otro vicio; tiene, igual que esta mujer de Canaán “una hija cruelmente atormentada por un demonio”. Que corra a suplicar al Señor que le cure… Que lo haga con humilde sumisión; que no se juzgue digno de compartir la suerte de las ovejas de Israel, es decir, de las almas puras, y se considere indigno de las recompensas del cielo.
Y, sin embargo, que la desesperanza no le conduzca a dejar su insistente plegaria, sino que su corazón tenga una confianza inquebrantable en la bondad inmensa del Señor. Porque el que ha podido hacer del buen ladrón un confesor (Lc 23,39s), del perseguidor un apóstol (Hech 9) y de simples piedras hijos de Adán (Mt 3,9), es capaz de transformar un perrito en oveja de Israel.