Los envió de dos en dos

Los envió de dos en dos

Evangelio según San Marcos 6,7-13

Jesús recorría las aldeas cercanas, enseñando. Llamó a los doce discípulos y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. Les ordenó que, aparte de un bastón, no llevaran nada para el camino: ni pan ni provisiones ni dinero. Podían calzar sandalias, pero no llevar ropa de repuesto. Les dijo: Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis del lugar. Y si en algún lugar no os reciben ni quieren escucharos, salid de allí y sacudíos el polvo de los pies para que les sirva de advertencia. Entonces salieron los discípulos a decir a la gente que se volviera a Dios. También expulsaron muchos demonios y sanaron a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.

Comentario del Evangelio 

Jesús envía a los apóstoles “dándoles autoridad sobre los espíritus impuros”. Porque Jesús los capacita para liberar a las personas de sus males más profundos. No los manda sólo a dar discursos o a transmitir doctrinas. Les pide que ayuden a la gente a vivir mejor. Cuando dice que los envió “de dos en dos”, eso no es un detalle menor. No podemos enfrentarnos a los males del mundo y de las personas si trabajamos solos. No podemos arrancar demonios si estamos aislados, encerrados en nuestro egoísmo. El mundo se cambia de dos en dos. El poder de Jesús se manifiesta mucho mejor a través de nosotros si luchamos juntos. Así se remarca el aspecto comunitario de la misión. Nadie está llamado a ser un héroe admirable. La fuerza liberadora de Jesús está en la comunidad.

Lecturas del día

Libro de Amós 7,12-15

Después, Amasías dijo a Amós: Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí. Pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque este es un santuario del rey, un templo del reino. Amós respondió a Amasías: Yo no soy profeta, ni hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicómoros; pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: Ve a profetizar a mi pueblo Israel.

Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14

Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra.

El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo.

El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos.

Carta de San Pablo a los Efesios 1,3-14

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo,  y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.

El nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.

El nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo. En él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano, según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad, a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria.

En él, ustedes, los que escucharon la Palabra de al verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido. Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria.

Comentario del Evangelio por  San Cirilo de Alejandría (380-444)  Los envía por primera vez 

Nuestro Señor Jesucristo instituyó guías e instructores para el mundo entero, y también «administradores de los misterios de Dios» (1 Co 4:1). Les mandó a brillar y a iluminar como antorchas no solamente en el país de los judíos…, sino también en todo lugar bajo el sol, para los hombres que viven sobre la faz de la tierra (Mt 5:14).

Quería enviar a sus discípulos como el Padre lo envió a él mismo (Jn 20:21): los que estaban destinados a ser sus imitadores debían entonces descubrir para qué misión el Padre había enviado a su Hijo. Y él mismo nos explicó de diversas maneras el carácter de su misión.

Un día dijo: «No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores» (Lc 5:32). Y también: «he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6:38).Y en otra ocasión dijo: «Dios no ha enviado a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3:17).

Al decir que los enviaba como el Padre lo había enviado a él mismo, estaba resumiendo en algunas palabras la función de los apóstoles. De este modo sabrían que deben llamar a los pecadores a convertirse, sanar a los enfermos corporalmente y espiritualmente, en sus funciones de administradores no buscar de ninguna manera a hacer su voluntad, sino la voluntad de aquél que los había enviado, y finalmente, salvar al mundo en la medida en que éste reciba las enseñanzas del Señor.

 

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