Lo siguió mucha gente porque curaba a muchos

Lo siguió mucha gente porque curaba a muchos

Evangelio según San Marcos 3,7-12

Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.

Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.

Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.

Comentario del Evangelio

La multitud

La multitud es también un “personaje” en el evangelio. Diríamos incluso que un “personaje” impresionante. A veces, tenemos la tentación de juzgar a la multitud como una masa amorfa, como una acumulación de gente sin rostro y sin deseos, que se deja manipular fácilmente por las tendencias de cada momento (la moda, la propaganda política, etc.).

A veces, pensamos la multitud como el marco en que sucede la escena y no como la auténtica protagonista. En este texto del evangelio, sin embargo, vemos que la multitud está sedienta de Jesús: viene de lejos, se acerca a él, quiere tocarlo. Es verdad que las multitudes son volubles. Ahora desean una cosa y luego desean otra. Pero Jesús no renunció a evangelizarlas.

Lecturas del día

Primer Libro de Samuel 18,6-9.19,1-7

A su regreso, después que David derrotó al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salían a recibir al rey Saúl, cantando y bailando, al son jubiloso de tamboriles y triángulos. Y mientras danzaban, las mujeres cantaban a coro: “Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles”. Saúl se puso furioso y muy disgustado por todo aquello, pensó: “A David le atribuyen los diez mil, y a mí tan sólo los mil. ¡Ya no le falta más que la realeza!”.

Y a partir de ese día, Saúl miró con malos ojos a David. Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores de su proyecto de matar a David. Pero Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David, y lo puso sobre aviso, diciéndole: “Mi padre Saúl intenta matarte. Ten mucho cuidado mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y no te dejes ver. Yo saldré y me quedaré junto con mi padre en el campo donde tú estés; le hablaré de ti, veré que pasa y te lo comunicaré”.

Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David, y le dijo: “Que el rey no peque contra su servidor David, ya que él no ha pecado contra ti. Al contrario, sus acciones te reportan grandes beneficios. El se jugó la vida cuando derrotó al filisteo, y el Señor dio una gran victoria a todo Israel.

Si tanto te alegraste al verlo, ¿por qué vas a pecar con sangre inocente, matando a David sin motivo?”. Saúl hizo caso a Jonatán y pronunció este juramento: “¡Por la vida del Señor, no morirá!”. Jonatán llamó a David y lo puso al tanto de todo. Luego lo llevó a la presencia de Saúl, y David quedó a su servicio como antes.

Salmo 56(55),2-3.9-10ab.10c-11.12-13

Ten piedad de mí, Señor, porque me asedian,
todo el día me combaten y me oprimen:
mis enemigos me asedian sin cesar,
son muchos los que combaten contra mí.

Tú has anotado los pasos de mi destierro,
¡recoge mis lágrimas en tu odre!:
¿acaso no está todo registrado en tu Libro?
Mis enemigos retrocederán cuando te invoque.

Yo sé muy bien que Dios está de mi parte;.
confío en Dios y alabo su palabra;
confío en él y ya no temo:

¿qué pueden hacerme los hombres?
Debo cumplir, Dios mío, los votos que te hice:
te ofreceré sacrificios de alabanza,

Revelaciones de Juliana de Norwich (1342-1416)   Todos los que padecían algún mal, se le acercaban para tocarlo

Mientras vivimos, cuando locamente nos inclinamos hacia lo que no está permitido, Dios nuestro Señor, nos toca con ternura y nos llama con gran alegría, diciéndole a nuestra alma: “deja allí lo que te gusta, hijo querido, vuélvete hacia mí; yo soy todo lo que tú deseas. Regocíjate en tu Salvador y en tu salvación”. Estoy segura de que el alma iluminada por la gracia verá y sentirá que nuestro Señor obra así en nosotros. Porque si esta obra concierne a la humanidad en general, todo hombre en particular no queda excluido de esto…

Más aún, Dios iluminó especialmente mi inteligencia y me enseñó el modo en que hace los milagros: “Sabéis que hice ya aquí abajo muchos milagros, brillantes y maravillosos, gloriosos y grandes. Lo que hice entonces, lo hago todavía ahora, y lo haré en los tiempos venideros”. Sabemos que todo milagro va precedido de sufrimientos, angustias, tribulaciones. Es para que nos demos cuenta de nuestra debilidad y las tonterías que cometemos a causa de nuestro pecado y, para que volvamos humildes y gritemos a Dios, implorando su socorro y su gracia.

Los milagros surgen luego; provienen del gran poder, sabiduría y bondad de Dios y revelan su fuerza y las alegrías del cielo, tanto como esto es posible en esta vida pasajera. Así nuestra fe se fortifica y nuestra esperanza crece en el amor. He aquí porque le gusta a Dios ser conocido y glorificado por los milagros. Quiere que no nos agobiemos por la tristeza y las tempestades que nos amenazan ¡Él está allí siempre, aún antes de los milagros!

 

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