Evangelio según san Marcos 7,14-23
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga! Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. El les dijo: ¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?
Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos. Luego agregó: Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,los adulterios, la avaricia,la maldad los engaños,las deshonestidades,la envidia,la difamación, el orgullo,el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.
Comentario del Evangelio
En el evangelio de hoy Jesús continúa insistiendo en lo que es verdaderamente importante para la vida del ser humano. Si bien es cierto que lo exterior es importante, lo es más el interior. Y lo explica con detalle hablando del corazón humano. Así pues, la realización del bien o del mal la engendramos en el corazón, es decir, dentro de nosotros. Por ello, no busquemos disculpas ni nos engañemos, afirmando que lo que nos viene de fuera nos vuelve impuros. Hoy nos preguntamos:
¿Qué tipo de alimento dejamos entrar en nuestro corazón?
¿Acogemos en nuestro corazón los males del mundo?
¿Responsabilizamos al mundo nuestra manera de vivir?
Lecturas del día
Primer Libro de los Reyes 10,1-10
La reina de Sabá oyó hablar de la fama de Salomón, y fue a ponerlo a prueba, proponiéndole unos enigmas. Llegó a Jerusalén con un séquito imponente, con camellos cargados de perfumes, de muchísimo oro y de piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón, le expuso todo lo que tenía pensado decirle. Salomón respondió a todas sus preguntas: no hubo para el rey ninguna cuestión tan oscura que no se la pudiera explicar.
Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los manjares de su mesa, los aposentos de sus servidores, el porte y las libreas de sus camareros, sus coperos y los holocaustos que ofrecía en la Casa del Señor, se quedó sin aliento y dijo al rey: “¡Realmente era verdad lo que había oído decir en mi país acerca de ti y de tu sabiduría! Yo no lo quería creer, sin venir antes a verlo con mis propios ojos. Pero ahora compruebo que no me habían contado ni siquiera la mitad: tu sabiduría y tus riquezas superan la fama que llegó a mis oídos. ¡Felices tus mujeres, felices también estos servidores tuyos, que están constantemente delante de ti, escuchando tu sabiduría! ¡Y bendito sea el Señor, tu Dios, que te ha mostrado su favor poniéndote sobre el trono de Israel! Sí, por su amor eterno a Israel, el Señor te estableció como rey para que ejercieras el derecho y la justicia”.
La reina regaló al rey ciento veinte talentos de oro, una enorme cantidad de perfumes y piedras preciosas; nunca más se recibieron tantos perfumes como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón.
Salmo 37(36),5-6.30-31.39-40
Encomienda tu suerte al Señor,
confía en él, y él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol
y tu derecho, como la luz del mediodía.
La boca del justo expresa sabiduría
y su lengua dice lo que es recto:
la ley de Dios está en su corazón
y sus pasos no vacilan.
La salvación de los justos viene del Señor,
él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en él.
Conferencia de san Juan Casiano (c. 360-435) El recipiente purificado de nuestro corazón
Si quieren llegar a la ciencia verdadera de las Escrituras, apresúrense a adquirir una inquebrantable humildad de corazón. Ella no los conducirá a la ciencia que envanece sino a la que ilumina, con la consumación de la caridad. Es imposible que el alma que no es pura obtenga el don de la ciencia espiritual. (…)
El que no tiene el alma pura, no puede adquirir la ciencia espiritual, aunque sea asiduo a la lectura. No se confía un perfume de cualidad, ni una miel excelente, ni un licor precioso, a un recipiente fétido y corrompido. El recipiente penetrado de olor desagradable, contaminará fácilmente el perfume. No recibirá ningún olor agradable y suave, ya que lo que es puro se corrompe más rápido que lo que se purifica lo corrompido.
Así ocurre en el recipiente de nuestro corazón. Si no es enteramente purificado de la contaminación fétida de los vicios, no podrá recibir el perfume de bendición del que habla el profeta: “Es como el óleo perfumado sobre la cabeza, que desciende por la barba -la barba de Aarón-, hasta el borde de sus vestiduras” (Sal 133,2). Tampoco guardará sin mancha la ciencia espiritual o las palabras de la Escritura: “¡Qué dulce es tu palabra para mi boca, es más dulce que la miel!” (Sal 119,103).
“¿Qué tienen en común la justicia con la iniquidad, o la luz con las tinieblas? ¿Qué entendimiento puede haber entre Cristo y Belial? (2 Cor 6,14-15).