Llevaron a Jesús a Jerusalén según la Ley de Moisés

Llevaron a Jesús a Jerusalén según la Ley de Moisés

Evangelio según San Lucas 2,22. 36-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor. Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Comentario del Evangelio

La mujer fiel que aguarda al Señor

La profetisa Ana es la mujer fiel que aguarda al Señor y lo hace sirviéndole de día y de noche en el templo. Es la mujer que sabe reconocer, en este Niño que nos ha nacido, el verdadero libertador de Jerusalén. Es la mujer agradecida que se deja sorprender por la acción de Dios. Señor Jesucristo, permítenos vivir el gozo de la Navidad. Que tu Presencia no nos sea indiferente, que sepamos reconocer tus signos y así poder hablar de Ti a quienes nos rodean, manifestando que es en Ti en quien encontramos la verdadera libertad.

Lecturas del día

Epístola I de San Juan 2,12-17

Hijos, les escribo porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Jesús. Padres, les escribo porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno. Hijos, les he escrito porque ustedes conocen al Padre. Padres, les he escrito porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno. No amen al mundo ni las cosas mundanas. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, la codicia de los ojos y la ostentación de la riqueza.- Todo esto no viene del Padre, sino del mundo. Pero el mundo pasa, y con él, sus deseos. En cambio, el que cumple la voluntad de Dios permanece eternamente.

Salmo 96(95),7-8a.8b-9.10

Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;
aclamen la gloria del nombre del Señor.

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda,
adoren al Señor al manifestarse su santidad:
¡que toda la tierra tiemble ante él!

Digan entre las naciones: “¡El Señor reina!
el mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.

Homilía de san Bernardo (1091-1153)   Se puso a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén

¡Vara de Jesé, tú que eres una señal para todos los pueblos, cuantos reyes y profetas deseaba verte y no te vieron! Dichoso el que en su vejez ha sido colmado con el don divino de tu presencia. Se estremeció por el deseo de ver el signo; lo ha visto y se ha llenado de alegría. Habiendo recibido el beso de paz, ha dejado este mundo en paz, no sin antes anunciar que Jesús había nacido para ser en el mundo un signo de contradicción. Y esto se cumplió: a penas aparece en el mundo, la señal de paz suscita la contradicción de los que odian la paz. Porque el es paz para los hombres de buena voluntad, y para los mal intencionados es piedra de escándalo. Herodes queda turbado, y con él todo Jerusalén. El Señor ha venido a él, pero “los suyos no lo recibieron”. ¡Dichosos los pobres pastores que, velando en la noche, han sido juzgados dignos de ver la señal!

En aquel tiempo, Jesús se escondía ante los que se creían sabios y prudentes y se revelaba a los sencillos. A los pastores, el ángel les dijo: “Esto os servirá de señal.” Es para vosotros, los humildes, los obedientes, para vosotros que no os vanagloriáis de ciencia orgullosa sino que veláis en la noche, meditando la ley de Dios ¡Aquí tenéis la señal! Aquel que prometieron los ángeles, aquel que reclamaban los pueblos, aquel que habían anunciado los profetas, ahora, Dios os lo manifiesta….Aquí tenéis, pues, vuestra señal ¿señal de qué? De que Dios está con él para reconciliar al mundo consigo… Es el beso de Dios, el mediador entre Dios y los hombres, Jesús, hombre y Cristo vivo, rey de los siglos.dón, de gracia de paz, de una paz que no tiene fin. “Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

(Referencias bíblicas: Is 11,10; Lc 10,24; Lc 2,30; Jn 8,56; Lc 2,14; Lc 2,34; Jn 1,11; Mt 11,25; Lc 2,12; Sl 1,2; Is 9,6; 1Tm 2,5)

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