Les dejo la paz les doy mi paz pero no como la da el mundo

Les dejo la paz les doy mi paz pero no como la da el mundo

Evangelio según san Juan 14,27-31a

Jesús dijo a sus discípulos: Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman ! Me han oído decir: Me voy y volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.

Comentario del Evangelio

Es necesario que Jesús vuelva al Padre desde donde tiene su origen, para que vuelva a nosotros. De este modo, su partida tiene que generar corazones que comprendan lo que pasa. Su amor está por encima de todo lo que pueda ofrecernos el mundo. Con todo esto se nos prepara para la venida del Espíritu Santo, que nos moviliza a esos lugares donde el Señor quiere que estemos y hablemos en su nombre. Que en este día su paz habite en nosotros y sobre todo, que no tengamos miedo porque el Señor está con nosotros. Hoy nos preguntamos:

¿Estoy dispuesto a ser portador de la paz que nos dejó Jesús antes de partir?
¿Cómo contribuyo en la construcción de paz en mi familia y en mi comunidad?
¿Confío en que el Espíritu Santo me dirá que decir y hacer?

Lecturas del día

Libro de los Hechos de los Apóstoles 14,19-28

Vinieron de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad. Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad. Al día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe.

Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.

En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir.

A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos. Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.

Salmo 145(144),10-11.12-13ab.21

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.

Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
desde ahora y para siempre.

Instrucciones de san Columbano (563-615) Os dejo la paz, os doy mi propia paz.

Moisés escribió en la Ley: “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.” (Gn 1,26)…Pues, nos toca a nosotros reflejar a nuestro Dios, nuestro Padre, la imagen de su santidad… No seamos pintores de una imagen extraña…Y para que no introduzcamos en nosotros la imagen del orgullo ¡dejemos que Cristo pinte en nosotros su imagen. Lo hizo cuando dijo: “Os dejo la paz, os doy mi propia paz.” (Jn 14,27)

Pero ¿a qué sirve saber que esta paz es buena para nosotros si no la guardamos con cuidado? Lo bueno es a menudo muy frágil, y los bienes preciosos necesitan un cuidado esmerado y una gran vigilancia. La paz es muy frágil y se puede perder por una palabra dicha con ligereza o por una pequeña herida causada al hermano. Ahora bien, no hay nada que guste tanto a los humanos como hablar palabras ociosas y ocuparse de cosas que no les importa, hacer discursos vanos y criticar a los ausentes.

De ahí se desprende que los que no puedan decir con el profeta: “El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que sepa sostener con mi palabra al abatido.” (Is 50,4), se callen, o bien, si dicen alguna palabra que sea una palabra de paz… “La plenitud de la Ley consiste en el amor.” (Rm 13,8) ¡Que Nuestro Señor y Salvador Jesucristo se digne inspirar nuestras palabras, él que es el autor de la paz y el Dios del amor.

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