Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén

Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén

Evangelio según San Lucas 9,51-56

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos? Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Comentario del Evanglio

Las dos caras de la moneda

Jesús va a Jerusalén porque quiere que se cumpla el plan de Dios, su Padre, y por amor a los hombres, sus hermanos: las dos caras de una misma moneda. El camino está lleno de obstáculos. Por un lado, los samaritanos rechazan a Jesús por sus prejuicios contra los habitantes de Jerusalén. Por otro, dos de los discípulos predilectos reaccionan de una manera que tiene muy poco que ver con el estilo propio de Jesús: que no vino a condenar sino a salvar.

El Espíritu les irá transformando: los samaritanos terminarán creyendo en Jesús; Santiago dirá en su carta: “La misericordia se ríe del juicio”; y el discípulo amado escribirá: “nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos”.

Lecturas del día

Libro de Zacarías 8,20-23

Así habla el Señor de los ejércitos: Vendrán asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades. Los habitantes de una ciudad irán a otra, diciendo: “Vamos a apaciguar el rostro del Señor y a buscar al Señor de los ejércitos; yo también quiero ir”. Pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de los ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor. Así habla el Señor de los ejércitos:

En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: “Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes”.

Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7

¡Esta es la ciudad que fundó el Señor
sobre las santas Montañas!
El ama las puertas de Sión
más que a todas las moradas de Jacob.
Cosas admirables se dicen de ti,

Ciudad de Dios.
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre aquellos que me conocen;
filisteos, tirios y etíopes han nacido en ella.»
Así se hablará de Sión:
«Este, y también aquél,
han nacido en ella,

y el Altísimo en persona la ha fundado.»
Al registrar a los pueblos, el Señor escribirá:
«Este ha nacido en ella.»
Y todos cantarán, mientras danzan:

«Todas mis fuentes de vida están en ti.»

Meditaciones de san Agustín (354-430)  El camino hacia Jerusalén

El peso de nuestra fragilidad hace que nos inclinemos del lado de las realidades de aquí abajo; el fuego de tu amor nos eleva y nos lleva hacia las realidades de allá arriba. Subimos hasta ellas por el impulso de nuestro corazón, cantando los salmos de la subida. Quemamos con tu fuego, el fuego de tu bondad; es él el que nos transporta.

¿Adónde nos haces subir de esta manera? Hacia la paz de la Jerusalén celestial. «Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor» (Sl 121,1). Tan sólo el deseo de permanecer allí eternamente puede hacernos llegar hasta ella.

Mientras estamos en nuestro cuerpo caminamos hacia ti. Aquí abajo no tenemos ciudad permanente; buscamos sin cesar nuestra morada en la ciudad futura (Hb 13,14). Que tu gracia, Señor, me conduzca hasta el fondo de mi corazón para cantar allí tu amor, a ti, mi Rey y mi Dios.

Acordándome de esta Jerusalén celestial, mi corazón subirá hasta ella: hacia Jerusalén mi verdadera patria, Jerusalén mi verdadera madre (Gal 4,26). Tú eres su Rey, su luz, su defensor, su protector, su pastor; tú eres su gozo inalterable; tu bondad es la fuente de todos sus bienes inexpresables […] tú, mi Dios y mi divina misericordia.

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