Jesús partió de allí para enseñar y predicar en las ciudades

Jesús partió de allí para enseñar y predicar en las ciudades

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 34 – 11, 1

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».

Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Comentario

No he venido a traer la paz, sino la guerra

Duras las palabras del profeta dirigiéndose al pueblo de Israel como un pueblo violento, arrogante y detestable, la misma etiqueta que Sodoma y Gomorra se ganó. Esto no fue muy bien recibido. En su discurso, se refiere a sus prácticas religiosas hipócritas y falsas. Pocas personas se molestan tanto como los “impostores” religiosos cuando se les dice que su religión es falsa.

¿Ustedes creen que me hacen sonreír cuando llegan al templo y ofrecen sacrificios? dice Dios a través de Isaías, “Justo lo contrario”. ¿Creen que no veo sus corazones? ¿Creen que no veo como tratan a los pobres los otros seis días de la semana? ¿Cómo pueden alabarme cuando no tienen ni la más mínima idea de quién soy? Todo esto es falso, es un espectáculo y siento repulsión.

Las personas que tratan a los pobres con tan poco respeto claramente no entienden ni el corazón ni el carácter de Dios. Y cualquiera que piense que un poco de adoración es preferible a no adorar, se ve equivocado a la luz de pasajes como el de Isaías. Dios prefiere ser ignorado antes que ser elogiado por personas cuyas vidas están en desacuerdo con su santidad y bondad. No se trata de vivir como personas que simplemente toman consuelo por el hecho de que ya son parte del reino. El ser vigilante también significa lo que Isaías dice cerca del final de este pasaje: cuidar del pueblo especial de Dios, atender a los pobres, buscar la justicia y vivir en coherencia como ciudadanos de ese Reino.

Un Reino siempre controvertido. En esta sociedad en la que estamos viviendo hay cosas por las que las familias se convierten en auténticas guerras. Todos tenemos experiencia de que en cada una de nuestras familias hay determinados temas de los cuales no se puede hablar para no llegar a la discusión y la división. Uno de esos temas sería el mismo Jesús. Porque no puede quedar indiferente a nadie que lo conozca, o estás con Él o estás contra Él.

Su personalidad, su mensaje y su vida es tan claro que crea división. Hay quienes ante el mensaje se sienten atacados en su manera de vivir y reaccionan en contra. Otros se sienten atraídos y llamados por ese mensaje y tratan de vivir de acuerdo con lo que Jesús pide. Así aparece la guerra, porque unos no creen y desprecian al que cree, y otros creen y se enfrentan con los que no creen. Hoy hay un problema añadido que es fruto de una sociedad cada día más sin Dios, no porque Él no esté presente, sino porque nosotros nos hemos empeñado en no reconocerlo. Estamos haciendo un mundo sin Dios, el gran olvidado y el gran desconocido.

Esta desgraciada realidad nos hace y nos pide que hagamos una reflexión de lo que está significando Cristo para cada uno de nosotros. Esta es la guerra que Cristo ha traído, la lucha por la fe y la vivencia de la misma o la lucha por otros valores que no tienen nada que ver con los del Evangelio.

Lecturas del día

Lectura del libro de Isaías 1, 10-17

Oíd la palabra del Señor, príncipes de Sodoma, escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. «¿Qué me importa la abundancia de vuestros sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, de corderos y chivos no me agrada.

Cuando venís a visitarme, ¿quién pide algo de vuestras manos  para que vengáis a pisar mis atrios? No me traigáis más inútiles ofrendas, son para mí como incienso execrable. Novilunios, sábados y reuniones sagradas: no soporto iniquidad y solemne asamblea. Vuestros novilunios y solemnidades los detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más.

Cuando extendéis las manos me cubro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones.

Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda».

Salmo 49, 8-9. 16bc-17. 21 y 23

R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños. R/.

¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos? R/.

Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.

 

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