Evangelio según San Lucas 11,1-4
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos. El les dijo entonces: Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación.
Comentario del Evangelio
Jesús nos enseña que, uno de los aspectos fundamentales para vivir el discipulado, es la oración. Pero ¿Cómo entrar en relación con Dios? ¿Cuál es la manera de dirigirnos a Él? ¿En qué consiste la oración? Jesús nos invita a entrar en esta relación filial acogiendo el amor de Dios que nos crea y nos hace hijos e hijas y, gracias a ese amor, vivir la confianza que nos permite desplegar nuestras alas; a reconocer su santidad revelada a través de la creación porque toda ella es reflejo de su gloria y a entrar en la comunión trinitaria que nos hermana y pone en nuestro corazón el anhelo del Reino. Hoy profundicemos en el Padrenuestro, para que nos sintamos cada día más hijos amados. Digamos: Señor, enséñanos a orar. Hoy nos preguntamos:
¿Sabemos orar?
¿Rezamos de memoria son meditar contenido?
Lecturas del dia
Libro de Jonás 3,10.4,1-11
Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió. Jonás se disgustó mucho y quedó muy enojado. Entonces oró al Señor, diciendo: “¡Ah, Señor! ¿No ocurrió acaso lo que yo decía cuando aún estaba en mi país? Por eso traté de huir a Tarsis lo antes posible. Yo sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para enojarte y de gran misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida, porque prefiero morir antes que seguir viviendo”. El Señor le respondió: “¿Te parece que tienes razón para enojarte?”.
Jonás salió de Nínive y se sentó al este de la ciudad: allí levantó una choza y se sentó a la sombra de ella, para ver qué iba a suceder en la ciudad. Entonces el Señor hizo crecer allí una planta de ricino, que se levantó por encima de Jonás para darle sombra y librarlo de su disgusto. Jonás se puso muy contento al ver esa planta. Pero al amanecer del día siguiente, Dios hizo que un gusano picara el ricino y este se secó. Cuando salió el sol, Dios hizo soplar un sofocante viento del este. El sol golpeó la cabeza de Jonás, y este se sintió desvanecer. Entonces se deseó la muerte, diciendo: “Prefiero morir antes que seguir viviendo”.
Dios le dijo a Jonás: “¿Te parece que tienes razón de enojarte por ese ricino?”. Y él respondió: “Sí, tengo razón para estar enojado hasta la muerte”. El Señor le replicó: “Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche se secó, y yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad, donde habitan más de ciento veinte mil seres humanos que no saben distinguir el bien del mal, y donde hay además una gran cantidad de animales?”.
Salmo 86(85),3-4.5-6.9-10
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!
Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti,
y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque tú eres grande, Dios mío,
y eres el único que hace maravillas.
Carta espiritual de san Maximiliano Mª Kolbe (1894-1941) La oración es eficiente
La oración y sólo la oración es un arma eficiente en la lucha por la libertad y felicidad de las almas. ¿Por qué? Porque a un fin sobrenatural corresponden sólo medios sobrenaturales. El Paraíso o –si podemos expresarlo así- la divinización del alma, es una realidad sobrenatural en el total sentido de la palabra. Por eso, con nuestras solas fuerzas naturales no podemos alcanzar ese fin. Nos hace falta un medio sobrenatural: la gracia de Dios. Ella sólo se obtiene con la humildad y la oración confiada.
La gracia, solamente la gracia, ilumina nuestra inteligencia y fortifica nuestra voluntad. Ella es un medio para la conversión, es decir, la liberación del alma de las ligaduras del mal. (…) La conversión y la santificación del alma es y será siempre la obra de la gracia divina. Sin la gracia de Dios, nada podemos hacer en ese dominio, ni siquiera con la palabra viva, ni con el apremio, ni con otro medio exterior. Pidamos entonces la gracia para nosotros y los otros, por medio de una oración humilde, la mortificación y la fidelidad en el cumplimiento de nuestras tareas más simples y habituales.
Más el alma está cerca de Dios, es más preciosa para Dios y más amada de Dios. Entonces puede ayudar a los otros más eficientemente, ya que su oración es escuchada fácilmente y ampliamente.