Evangelio según San Mateo 5,17-19
dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una tilde, ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Comentario del Evangelio
En el contexto de Jesús, muchos habían ahogado el verdadero sentido de la ley reduciéndola a la frialdad del legalismo. El Evangelio de hoy enseña como observar la ley de Dios de manera que su práctica muestre en qué consiste Reinado de Dios. El Dios de Jesús no es un simple legislador, que impone una ley a los hombres. Es un Dios Padre, que quiere que se reconozca su amor y se corresponda con ese amor a sus hijos. Jesús rescata y pone de manifiesto que esas palabras son palabras de vida. Lo que Jesús hace es precisar, en el cumplimiento de la ley, quién es ese Dios y ese prójimo a los hay que amar, porque esa es la ley del amor que nos enseña Jesús. Hoy nos podemos preguntar:
¿Cómo veo y vivo la ley de Dios: cómo horizonte de libertad creciente o cómo imposición que delimita mi libertad?
¿Somos cumplidores simples de la ley, o nos preocupamos sobre los motivos por los que cumplimos la ley?
¿Nos quedamos en la letra de la ley o nos inquieta el “espíritu” con el que la cumplimos?
¿Cumplimos la ley por amor a Dios o por temor a Dios?
Lecturas del dia
Carta II de San Pablo a los Corintios 3,4-11
Es Cristo el que nos da esta seguridad delante de Dios, no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios. El nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida. Ahora bien, si el ministerio que lleva a la muerte -grabado sobre piedras- fue inaugurado con tanta gloria que los israelitas no podían fijar sus ojos en el rostro de Moisés, por el resplandor -aunque pasajero- de ese rostro, ¡cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu! Y si el ministerio que llevaba a la condenación fue tan glorioso, ¡cuál no será la gloria del ministerio que conduce a la justicia!
En realidad, aquello que fue glorioso bajo cierto aspecto ya no lo es más en comparación con esta gloria extraordinaria. Porque si lo que era transitorio se ha manifestado con tanta gloria, ¡cuánto más glorioso será lo que es permanente!
Salmo 99(98),5.6.7.8.9
Glorifiquen al Señor, nuestro Dios,
adórenlo ante el estrado de sus pies.
¡Santo es el Señor!
Moisés y Aarón, entre sus sacerdotes,
y Samuel, entre los que invocaban su Nombre,
clamaban al Señor y él les respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
ellos observaban sus mandamientos
y los preceptos que les había dado.
Señor, nuestro Dios, tú les respondías;
tú eras para ellos un Dios indulgente,
pero te vengabas de sus malas acciones.
Glorifiquen al Señor, nuestro Dios,
y adórenlo en su santa Montaña:
el Señor, nuestro Dios, es santo.
Homilía de san Juan Crisóstomo (c. 345-407) No he venido a abolir, sino a cumplir la Ley y los profetas
Preguntarás ¿cómo es que Cristo no abroga la Ley y los profetas? ¿cómo cumple y consuma la ley y los profetas? Consuma los profetas, porque todo cuanto ellos dijeron de El, El con sus obras lo confirmó. Y por esto el evangelista Mateo, tras de cada uno de sus hechos, añade: “Para que se cumpliera lo dicho por el profeta.” (…)
Y en cuanto a la Ley, la cumplió no de un modo ni de dos, sino hasta de tres. Lo primero, no traspasando los preceptos legales. Así lo testifica delante de Juan el Bautista que ha cumplido toda la ley cuando le dice: “Conviene que cumplamos toda justicia.” (Mt 3,15) Y a los judíos les decía: “¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?” (Jn 8,46)
En segundo lugar la consumó en cuanto que todo lo que hizo lo hizo por nosotros. Porque, cosa admirable, no sólo cumplió con la ley, sino que nos dio el poder nosotros cumplirla. Así lo declara Pablo con estas palabras: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree.” (Rm 10,4) Y también dice que condenó en sí el pecado, “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, los que no andamos según la carne.” (Rm 8,4) Y todavía: “¿Anulamos pues la ley con la fe? No ciertamente, antes la confirmarnos.” (Rm 3,31)
La ley procuraba hacer justo al hombre, pero no tenía fuerzas. Por esto Cristo al venir introdujo un modo de justicia que es por la fe, y así confirmó la voluntad de la ley. Lo que ésta no pudo con la letra, él lo llevó a cabo mediante la fe. Y por esto dice: “No he venido a abrogar la ley.”