Evangelio según San Mateo 10,16-23
Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.”
Comentario del Evangelio
Hoy se señalan las dificultades y las contradicciones que el cristiano habrá de sufrir por causa de Cristo y de su Evangelio y como deberá resistir y perseverar hasta el final. Por eso es bueno recordar que el verdadero apóstol debe saber que la persecución y la violencia, muchas veces son el resultado de un seguimiento sincero y coherente. No siempre serán tiempos fáciles ni circunstancias llevaderas. Pero animados por la fe y la certeza de que el Espíritu se hará presente y pondrá en sus bocas las palabras más idóneas, será más llevadero el camino a recorrer. Hoy nos
preguntamos:
¿Sabemos confiar en la ayuda de Dios cuando sufrimos conflictos, persecuciones y pruebas?
¿Buscamos “aprovechar” el seguimiento de Cristo para evitar dificultades?
¿Evangelizamos, aunque ello sea lleva una vida difícil?
Lecturas del dia
Libro de Génesis 46,1-7.28-30
Israel partió llevándose todos sus bienes. Cuando llegó a Berseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Dios dijo a Israel en una visión nocturna: “¡Jacob, Jacob!”. El respondió: “Aquí estoy”. Dios continuó: “Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas miedo de bajar a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. Yo bajaré contigo a Egipto, y después yo mismo te haré volver; y las manos de José cerrarán tus ojos”.
Cuando Jacob salió de Berseba, los hijos de Israel hicieron subir a su padre, junto con sus hijos y sus mujeres, en los carros que el Faraón había enviado para trasladarlos. Ellos se llevaron también su ganado y las posesiones que habían adquirido en Canaán. Asílegaron a Egipto, Jacob y toda su familia – sus hijos y sus nietos, sus hijas y sus nietas – porque él había llevado consigo a todos sus descendientes. Israel hizo que Judá se le adelantara y fuera a ver a José, para anunciarle su llegada a Gosen. Cuando llegaron a la región de Gosen,
José hizo enganchar su carruaje y subió hasta allí para encontrarse con su padre Israel. Apenas este apareció ante él, José lo estrechó entre sus brazos, y lloró un largo rato, abrazado a su padre. Entonces Israel dijo a José: “Ahora sí que puedo morir, porque he vuelto a ver tu rostro y que vives todavía”.
Salmo 37(36),3-4.18-19.27-28.39-40
Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón.
El Señor se preocupa de los buenos
y su herencia permanecerá para siempre;
no desfallecerán en los momentos de penuria,
y en tiempos de hambre quedarán saciados.
Aléjate del mal, practica el bien,
y siempre tendrás una morada,
porque el Señor ama la justicia
y nunca abandona a sus fieles.
Los impíos serán aniquilados
y su descendencia quedará extirpada,
La salvación de los justos viene del Señor,
él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en él.
Enseñanza del Papa san Juan XXIII (1881-1963)Cuando os arresten, no os preocupéis
Volviendo sobre mí mismo y sobre las vicisitudes de mi humilde vida, he de reconocer que, hasta ahora, el Señor me ha ahorrado estas tribulaciones que, para tantas almas, hacen difícil y sin atractivo el servicio de la verdad, de la justicia y de la caridad… ¡Oh Dios bueno ¿cómo agradecerte las atenciones que siempre se me han otorgado en todas partes a las que he ido en tu nombre, y siempre por pura obediencia no a mi voluntad sino a la vuestra? «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?» (Sl 115,12). Lo veo claro, la respuesta a dar, tanto a mí mismo como al Señor, es siempre «alzar la copa de la salvación e invocar el nombre del Señor» (v.13).
En estas mismas páginas ya he hecho alusión a que si un día me llega una gran tribulación, será preciso acogerla con agrado; y si se hace esperar un poco debo continuar bebiendo de la sangre de Jesús acompañado por este cortejo de tribulaciones pequeñas o grandes que la bondad del Señor querrá rodearla.
Siempre me ha impresionado mucho, y todavía ahora, este corto salmo 130 que dice: «Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre». ¡Oh, cuánto amo estas palabras! Pero, si acaso hacia el fin de mi vida me turbara, mi Señor Jesús, tú me fortalecerás en mi tribulación. Tu sangre, tu sangre que continuaré bebiendo de tu cáliz, es decir, de tu corazón, será para mí prenda de salvación y de gozo eterno. «Una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria» (2C 4,17).