Jesús les dijo proclamen que el Reino de los Cielos está cerca

Jesús les dijo proclamen que el Reino de los Cielos está cerca

Evangelio según San Mateo 10,7-15

Jesús dijo a sus apóstoles: Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.” No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

Comentario del Evangelio

Las últimas palabras que pronuncia Jesús en el evangelio de hoy, nos parecen duras. Pero si reflexionamos, no son más que las consecuencias que sufrirán los que rechacen a Dios. Si le dejamos que el Señor reine y dirija nuestra vida, nos llevará por buenos caminos- Nos guiará siempre por las sendas que nos conducen a la verdadera alegría de vivir, antes de regalarnos para siempre la vida de total felicidad después de nuestra resurrección. Preguntémonos hoy:

¿Nos dejamos conducir por Dios en nuestra vida?

¿Anunciamos el Reino o vivimos la fe solo para nosotros?

Lecturas del dia

Libro de Génesis 44,18-21.23b-29.45,1-5

Judá se acercó para decirle: “Permite, señor, que tu servidor diga una palabra en tu presencia, sin impacientarte conmigo, ya que tú y el Faraón son una misma cosa. Tú nos preguntaste si nuestro padre vivía aún y si teníamos otro hermano.

Nosotros te respondimos: Tenemos un padre que ya es anciano, y un hermano menor, hijo de su vejez. El hermano de este último murió, y él es el único hijo de la madre de estos dos que ha quedado vivo; por eso nuestro padre siente por él un afecto muy especial. Tú nos dijiste: “Tráiganlo aquí, porque lo quiero conocer”. tú nos volviste a insistir: “Si no viene con ustedes su hermano menor, no serán admitidos nuevamente en mi presencia”. Cuando regresamos a la casa de nuestro padre, tu servidor, le repetimos tus mismas palabras. Pero un tiempo después, nuestro padre nos dijo:

“Vayan otra vez a comprar algunos víveres”. Nosotros respondimos: “Así no podemos ir. Lo haremos únicamente si nuestro hermano menor viene con nosotros, porque si él no nos acompaña, no podemos comparecer delante de aquel hombre”.

Nuestro padre, tu servidor, nos respondió: “Ustedes saben muy bien que mi esposa predilecta me dio dos hijos.Uno se fue de mi lado; yo tuve que reconocer que las fieras lo habían despedazado, y no volví a verlo más. Si ahora ustedes me quitan también a este, y le sucede una desgracia, me harán bajar a la tumba lleno de aflicción”.

José ya no podía contener su emoción en presencia de la gente que lo asistía, y exclamó: “Hagan salir de aquí a toda la gente”. Así, nadie permaneció con él mientras se daba a conocer a sus hermanos. Sin embargo, los sollozos eran tan fuertes que los oyeron los egipcios, y la noticia llegó hasta el palacio del Faraón. José dijo a sus hermanos: “Yo soy José. ¿Es verdad que mi padre vive todavía?”. Pero ellos no pudieron responderle, porque al verlo se habían quedado pasmados.

Entonces José volvió a decir a sus hermanos: “Acérquense un poco más”. Y cuando ellos se acercaron, añadió: “Sí, yo soy José, el hermano de ustedes, el mismo que vendieron a los egipcios. Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de ustedes para preservarles la vida.

Salmo 105(104),16-17.18-19.20-21

Él provocó una gran sequía en el país
y agotó todas las provisiones.
Pero antes envió a un hombre,
a José, que fue vendido como esclavo.

Le ataron los pies con grillos
y el hierro oprimió su garganta,
hasta que se cumplió lo que él predijo,
y la palabra del Señor lo acreditó.

El rey ordenó que lo soltaran,
el soberano de pueblos lo puso en libertad;
lo nombró señor de su palacio
y administrador de todos sus bienes

Alocución de san Juan Pablo II (1920-2005) Que venga sobre ella vuestra paz

Esta jornada en Asís nos ayuda a hacer que seamos más consciente de nuestros compromisos religiosos. Pero también debe dar al mundo, que nos contempla a través de los medios de comunicación, una conciencia cada vez más grande de la responsabilidad de cada religión en lo concerniente a los problemas de la guerra y de la paz. Quizás como nunca en la historia se hace evidente para todos, el vínculo intrínseco que une una actitud religiosa auténtica y el gran bien de la paz.

¡Qué peso más terrible cargado sobre espaldas humanas! Mas, al mismo tiempo, ¡qué vocación tan maravillosa y entusiasta a seguir! Si bien es cierto que la oración es en sí misma una acción, eso de ninguna manera nos dispensa de trabajar por la paz. Aquí, actuamos como heraldos de la conciencia moral de la humanidad en cuanto tal, de la humanidad que desea la paz, que tiene necesidad de paz.

No hay paz sin un amor apasionado por la paz. No hay paz sin una feroz voluntad de realizar la paz. La paz necesita sus profetas. Juntos hemos llenado nuestros ojos de visiones de paz: engendran nuevas energías para un nuevo lenguaje de paz, para nuevos gestos de paz, gestos que rompan el encadenamiento fatal de las divisiones heredadas de la historia o bien engendradas por las modernas ideologías. La paz espera sus constructores.

Tendamos la mano a nuestros hermanos y hermanas para animarlos a construir la paz sobre cuatro pilares que son: la verdad, la justicia, el amor y la libertad. La paz es una obra en construcción abierta a todos y no solamente a los especialistas, a los sabios, a los estrategas. La paz es una responsabilidad universal: pasa a través de mil pequeños actos de la vida cotidiana. Es a través de su propia manera diaria de vivir con los demás que los hombres hacen su elección a favor o en contra de la paz…

Lo que hemos hecho hoy en Asís, orando y dando testimonio de nuestro compromiso en favor de la paz, debemos seguir haciéndolo cada día de nuestra vida. Porque lo que hemos hecho hoy es vital para el mundo. Si el mundo debe continuar, si los hombres y mujeres deben seguir viviendo en él, el mundo no puede prescindir de la oración.

 

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