Jesús le dijo: «Tu fe te ha salvado»

Jesús le dijo: «Tu fe te ha salvado»

Evangelio según san Marcos 10,46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:

«¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó: «“Rabbuní”, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Comentario del Evangelio

Esta carta la dirige Pedro a los creyentes de Asia Menor, que están siendo sometidos a la incomprensión y el rechazo de los que viven junto a ellos, considerándolos, incluso, como extranjeros en su propia tierra.

Les invita a alimentarse de esa “leche” no adulterada que es la Palabra de Dios, y que, gracias a ella, han podido comprobar lo bueno que es el Señor.

Jesús, que también fue rechazado y sufrió la incomprensión de muchos, a pesar de eso, es la piedra viva que Dios escoge y pone como clave para la construcción del Templo del Espíritu y, por lo tanto, los que siguen su Palabra cooperan en la construcción del Templo.

Pedro les anima pues se han convertido en una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, y por lo tanto, los elegidos para proclamar que Jesús es la luz que alumbra sus vidas y, aunque muchos quieran que dominen las tinieblas, la luz brilla de forma maravillosa, y así serán auténtico Pueblo de Dios.

Pedro también les exhorta a rechazar las tentaciones, y tener una conducta intachable para que, aunque sean calumniados, puedan ver que se comportan de forma honrada, que nada tiene que ver con lo que otros dicen de ellos.

Todo esto supone el reconocimiento de que Jesús padeció por todos, y que ellos, a pesar de las injurias, sean perseverantes en su fe para ser, como dice el salmo 99 “El Señor Dios nos hizo y somos su pueblo y ovejas de su rebaño”.

Hijo de David, ten compasión de mi

En este fragmento del evangelio de Marcos, se nos presenta el episodio de Bartimeo, ciego de nacimiento, que, según nos expresa el evangelista, se encontraba al borde del camino, es decir, excluido de la sociedad, pues su ceguera física incluía también una ceguera espiritual, de la que quería salir, por todos los medios, para salir de sus tinieblas. Al enterarse que pasaba Jesús, grita con fuerza y, aunque muchos querían sofocar sus gritos, él insiste y grita más fuerte para que Él lo escuche.

El intento de sofocar el grito se puede considerar como falta de fe, cosa que Bartimeo tenía en demasía. Jesús se da cuenta de que el ciego lo reclama y lo hace llamar. Bartimeo da un salto para acudir al Mesías pues no le importa el miedo al vacío que le provoca su ceguera; ante la llamada acude sin miedo a nada, pues es Jesús quien le invita, y cuando le pregunta qué puede hacer por él, responde “Rabbuní” que pueda ver, es decir, ayúdame a salir de las tinieblas y saborear la luz maravillosa que Tú me puedes dar, y Jesús le afirma que es su fe la que lo ha curado.

El gentío acompañaba a Jesús, pero Bartimeo lo “seguía” por el camino, dejándolo todo para seguir a quien le ha facilitado la Luz verdadera.

Todo este episodio nos cuestiona y nos impulsa a que intentemos salir de la oscuridad, que no nos conformemos y soportemos la situación, que si es necesario gritar hasta lo indecible, debemos hacerlo y sentirnos con ánimo para buscar la Luz verdadera, la que nos va a aportar confianza y estímulo para, como Bartimeo, seguir a Jesús siendo anunciadores de su “Buena Noticia”.

¿Nos dejamos influenciar por la “no fe” que nos rodea, para no anunciar le verdad de Jesús?

¿Somos capaces de saltar como Bartimeo ante la llamada de Cristo?

¿Acompañamos o seguimos realmente a Jesús y somos sus testigos en el mundo?

Lecturas del día

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2,2-5.9-12

Queridos hermanos:
Como niños recién nacidos, ansiad la leche espiritual, no adulterada, para que con ella vayáis progresando en la salvación, ya que «habéis gustado qué bueno es el Señor». Acercándoos a él, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. Vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais «no-pueblo», ahora sois «pueblo de Dios»,
los que antes erais «no compadecidos», ahora sois «objeto de compasión».
Queridos míos, como a extranjeros y peregrinos, os hago una llamada a que os apartéis de esos bajos deseos que combaten contra el alma.
Que vuestra conducta entre los gentiles sea buena, para que, cuando os calumnien como si fuerais malhechores, fijándose en vuestras buenas obras, den gloria a Dios el día de su venida.

Salmo 99, 2.3.4.5

R/. Entrad en la presencia del Señor con vítores

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R/.

 

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