Evangelio según San Mateo 15,21-28
Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: ¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio. Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos. Jesús respondió: Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: ¡Señor, socórreme! Jesús le dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros. Ella respondió: ¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños! Entonces Jesús le dijo: Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo! Y en ese momento su hija quedó curada.
Comentario del Evangelio
Un lugar en el corazón de Cristo. Jesús recorre todos los caminos, también los de las tierras paganas, donde están los menos creyentes. Ningún camino es ajeno a Jesús y nadie pierde la posibilidad de acercarse a él, como esta cananea. Quizá, por derecho, nada le correspondía, pero su fe y sus gritos encuentran acogida en Cristo. El pobre y pequeño, sin méritos ni nada que ofrecer, encuentra lugar en el corazón de Cristo. Es el camino del Señor… y el de su Iglesia: recorrer todos los caminos. Habrá quien diga que no hay que acercarse, que hay que echar a los que no lo merezcan. ¡Qué poco conocen al Señor! ¡Qué equivocados están!
Lecturas del día ,1.26-29.34-35.dLibro de los Números 13,1-2.25-33.14,1.26-29.34-35.e los Números 13,1-2.25-33.14,1.26-29.34-35
somos culpables, hicimos el mal:
nuestros padres, cuando estaban en Egipto,
no comprendieron tus maravillas;Pero muy pronto se olvidaron de sus obras,
no tuvieron en cuenta su designio;
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la soledad.Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo.El Señor amenazó con destruirlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo firme en la brecha
para aplacar su enojo destructor.
Esta Cananea pagana no necesita para ella más curación, ya que confiesa a Cristo como el Señor e Hijo de David, pero ella pide ayuda para su hija, es decir para la muchedumbre pagana, prisionera por la dominación de espíritus impuros. El Señor se calla, guardando por su silencio el privilegio de la salvación a Israel… Llevando en él el misterio de la voluntad del Padre, responde que ha sido enviado a las ovejas perdidas de Israel, para que quedara claro, que la hija de la Cananea es el símbolo de la Iglesia… No se trata de que la salvación no sea dada también a los paganos, sino que el Señor había venido “para los suyos y en su casa” (Jn 1,11), y guarda las primicias de la fe para este pueblo del que había salido, después el resto deberá ser salvado por la predicación de los apóstoles…Y para que comprendamos que el silencio del Señor proviene de la consideración del tiempo y no de un obstáculo puesto por él, añade: “¡Mujer, qué grande es tu fe!” Quería decir que esta mujer, conocedora de su salvación, tenía fe – o lo que es mejor todavía – en la alianza de los paganos, ya cercana, por su fe, serán liberados como la niña de toda forma de dominación de los espíritus impuros. Y la confirmación de esto llega: en efecto, después de la representación del pueblo pagano en la hija de la Cananea, hombres aquejados de diversas enfermedades son presentados al Señor por la muchedumbre, sobre la montaña (Mt 15,30). Son hombres descreídos, es decir enfermos, que son traídos por creyentes a la adoración y prosternación y a quienes se les devuelve la salvación con vistas a acoger, estudiar, y seguir a Dios.