En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.» Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.» Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?» Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.
El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»
Comentario
Al escuchar la Palabra de Dios a través del profeta Ezequiel y del Evangelio de Mateo, se descubre en ella un mensaje de alerta sobre esta tendencia tan humana de querer ser lo que no somos, seducidos por los mensajes que se van colando en nuestra mente que nos dicen que el éxito social y el bienestar económico son la meta fundamental de la vida, por lo que hay que luchar, a cualquier precio y por encima de cualquier otro valor, con el falso planteamiento de que en realidad todo nos pertenece y a todo tenemos derecho. Es creer que la vida es subir, escalar puestos, alcanzar la cima mientras construimos la torre de Babel, mientras la tierra se desangra, la pobreza y la injusticia aumentan y cada vez hay más gente descartada. El Evangelio nos abre siempre un camino de sentido y de felicidad humana cuya clave fundamental es el amor, es la primacía del otro.
Quizás la palabra que hoy mejor recoge este sentido de la vida en la perspectiva del encuentro, es la llamada a la fraternidad, que es el mejor signo del Reino.
Lecturas del día
Lectura de la profecía de Ezequiel 28,1-10
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, di al príncipe de Tiro: “Así dice el Señor: Se hinchó tu corazón, y dijiste: ‘Soy Dios, entronizado en solio de dioses en el corazón del mar’, tú que eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses. ¡Si eres más sabio que Daniel!; ningún enigma se te resiste. Con tu talento, con tu habilidad, te hiciste una fortuna; acumulaste oro y plata en tus tesoros. Con agudo talento de mercader ibas acrecentando tu fortuna, y tu fortuna te llenó de presunción. Por eso, así dice el Señor:
Por haberte creído sabio como los dioses, por eso traigo contra ti bárbaros pueblos feroces; desenvainarán la espada contra tu belleza y tu sabiduría, profanando tu esplendor. Te hundirán en la fosa, morirás con muerte ignominiosa en el corazón del mar.
Tú, que eres hombre y no dios, ¿osarás decir: ‘Soy Dios’, delante de tus asesinos, en poder de los que te apuñalen? Morirás con muerte de incircunciso, a manos de bárbaros. Yo lo he dicho.”» Oráculo del Señor.
Dt 32,26-27ab.27cd-28.30.35cd-36ab
Yo pensaba: «Voy a dispersarlos
y a borrar su memoria entre los hombres.»
Pero no; que temo la jactancia del enemigo
y la mala interpretación del adversario.
Que diría: «Nuestra mano ha vencido,
no es el Señor quien lo ha hecho.»
Porque son una nación que ha perdido el juicio.
¿Cómo es que uno persigue a mil,
y dos ponen en fuga a diez mil?
¿No es porque su Roca los ha vendido,
porque el Señor los ha entregado?
El día de su perdición se acerca,
y su suerte se apresura.
Porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos.
Comentario de san Pedro Damián (1007-1072) «Recibirá ya ahora cien veces más» (Mc 10,30)
Nos conviene vivir desprendidos de nuestras posesiones y de nuestra propia voluntad si de verdad queremos seguir a aquél que «no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58) y que vino «no para hacer su voluntad, sino la voluntad del que le ha enviado» (Jn 6,38)… Es así como conoceremos por experiencia lo que la Verdad promete a todo el que lo abandona todo y le sigue: «Recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna» (Mc 10,30). En efecto, el darnos el ciento por uno nos reconforta a lo largo del camino, y la posesión de la vida eterna hará nuestro gozo para siempre en la patria celestial.
Pero ¿qué es eso de cien veces más? Simplemente, las consolaciones del Espíritu dulces como la miel, sus visitas y sus primeros frutos. Este es el testimonio de nuestra conciencia, es la dichosa y gozosa espera de los justos, es el recuerdo de la bondad sobreabundante de Dios, y en verdad, es también, la inmensidad de su dulzura. Los que tienen experiencia de estos dones no tienen necesidad que se les hable de ella, y ¿quién podría describirlas con unas sencillas palabras a los que no la han hecho?