Evangelio según San Mateo 25,1-13
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su encuentro’. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?’ Pero estas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado’. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’, pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Comentario
El telón de fondo de esta parábola es una celebración nupcial tal como se hacía en Israel en tiempos de Jesús; el último día, el novio con sus amigos se dirigía a casa de la novia que esperaba con sus amigas. Al fin, cuando el novio llegaba, se formaba un solo cortejo hacia su casa donde se celebraba el matrimonio y el banquete. No se menosprecia a nadie ni se improvisa a último momento para una ocasión así. Lo mismo ocurre con el Reino de los Cielos. La invitación ya la hemos recibido.No nos quedemos dormidos porque no sabemos, ni el día, ni la hora. Miremos más allá del momento presente.El seguimiento de Jesús consiste en buscar el Reino de los cielos y su justicia en cada instante de nuestra existencia, pues cada momento es regalo y tiempo de Dios. Hoy nos preguntamos:
¿Estamos preparados para este encuentro con el Señor?
¿No preocupamos día a día de esta espera?
¿Confío en que Jesús me vendrá a buscar?
Lecturas del día
Carta I de San Pablo a los Corintios 1,17-25
Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia. El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan -para nosotros- es fuerza de Dios. Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes.
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el hombre culto? ¿Dónde el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es una necedad?
En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación. Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres.
Salmo 33(32),1-2.4-5.10ab.11
Aclamen, justos, al Señor:
es propio de los buenos alabarlo.
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
El Señor frustra el designio de las naciones
y deshace los planes de los pueblos,
pero el designio del Señor
permanece para siempre,
y sus planes, a lo largo de las generaciones.
Diácono san Efrén (c. 306-373) “Vigilad, porque no sabéis el día ni la hora”
Para atajar toda pregunta de sus discípulos sobre el momento de su venida, Cristo dijo: “Esa hora nadie la sabe, ni los ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas”(Mt 24,36; Ac 1,7). Quiso ocultarnos esto para que permanezcamos en vela y para que cada uno de nosotros pueda pensar que ese acontecimiento se producirá durante su vida…
Velad, pues cuando el cuerpo duerme, es la naturaleza quien nos domina; y nuestra actividad entonces no está dirigida por la voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza. Y cuando reina sobre el alma un pesado sopor –por ejemplo, la pusilanimidad o la melancolía–, es el enemigo quien domina al alma y la conduce contra su propio gusto… Por eso ha hablado nuestro Señor de la vigilancia del alma y del cuerpo, para que el cuerpo no caiga en un pesado sopor ni el alma en el entorpecimiento y el temor, como dice la Escritura: “Sacudíos la modorra, como es razón” (1Co 15,34); y también: “Me he levantado y estoy contigo” (Sal. 138,18); y todavía: “No os acobardéis” (cf Ef. 3,13)…
“Cinco de ellas, dice el Señor, eran insensatas y cinco eran prudentes”. No es su virginidad lo que cualificó su sabiduría, ya que eran todas vírgenes, sino sus buenas obras. Si tu castidad iguala la santidad de los ángeles, observa que la santidad de los ángeles no tiene envidia y ni otro mal. Así pues, si no te reprenden por la impureza, vigila que no lo seas tampoco por la ira y la cólera… “Que vuestros cinturones estén ajustados a la cintura”, para que la castidad nos alivie. “Y vuestras lámparas encendidas” (Lc 12,35), porque el mundo, que está sumergido en la noche, necesita la luz de los justos. “Que vuestra luz brille delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,16).