Evangelio según san Juan 5,33-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que yo hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Comentario del Evangelio
Jesús destaca su alabanza a Juan Bautista, quien anunció su llegada. Testificando sobre lo que Dios tenía pensado para su pueblo – al final, por medio de su propio martirio – la vida de Juan fue una brillante e iluminada verdad para las personas que caminaban en la oscuridad. Mientras hoy en día procuramos profundizar nuestra fe en la venida de Jesús, también somos, cada uno y cada una, invitadas/os a ser una luz de fe para todos los que nos rodean. Hoy nos preguntamos:
¿Me atrevo a preguntar a los que me rodean que se fijen en mis actos y mi vida, en vez de confiar en los testimonios de palabra que han escuchado sobre mí?
¿Están mis actos a la par con lo que yo profeso?
¿Converso con Jesús respecto a la mision que debo cumplir, según su Palabra?
Lecturas del dia
Lectura del libro de Isaías 56,1-3a.6-8
Esto dice el Señor: Observad el derecho, practicad la justicia, porque mi salvación está por llegar, y mi justicia se va a manifestar. Dichoso el hombre que obra así, el mortal que persevera en esto, que observa el sábado sin profanarlo y preserva su mano de obrar el mal. El extranjero que se ha unido al Señor no diga: “El Señor me excluirá ciertamente de su pueblo”.
A los extranjeros que se han unidos al Señor para servirlo, para amor el nombre del Señor y ser sus servidores, que observan el sábado sin profanarlo y mantienen mi alianza, los traeré a mi monte santo, los llenaré de júbilo en mi casa de oración; sus holocaustos y sacrificios serán aceptables sobre mi altar; porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos.
Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel: Todavía congregaré a otros, además de los ya reunidos.
Sal 66,2-3.5.7-8
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben
Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobe nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confinas de la tierra.
Reflexión de las leecturas de hoy Practicad la justicia, porque mi salvación está por llegar
Este comienzo del denominado Tercer Isaías ofrece un mensaje optimista respecto a la Salvación que no será exclusiva para Israel, sino para todo aquel que siga con fidelidad al Señor. Y lo hace en un momento de dificultades e incertidumbre para los hebreos, que acaban de volver del Destierro y su tierra está ocupada por habitantes de otros pueblos.
Dios no es privativo de un pueblo ni de una religión, sino que es Padre de todo el género humano y es su máxima alegría otorgarle una Salvación integral que comprende paz y alegría, descubrir su Amor en el que ellos experimentan al dar sin esperar recompensa, a obrar la justicia y a respetar y reconocer a la Fuente de quien todo procede. El mundo, nuestro mundo es llamado a la santidad, a ser el gran Templo del Encuentro.
El nuevo Israel, la Iglesia, que somos todos, está llamada muy especialmente a propiciar este encuentro de Salvación en un mundo global que, sin embargo, se encuentra profundamente dividido. Es necesario implicarse, ser profeta a tiempo y destiempo en los ámbitos que nos movemos cada día para que Dios se haga presente y sea reconocido en verdad por el Amor.
Las obras que hago dan testimonio de mí
El texto del Evangelio de San Juan nos sitúa entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y tiene una clarísima conexión con el ya comentado de Isaías. Juan el Bautista es el último profeta de Israel, el que da paso a la Revelación Definitiva de que la Salvación, por fin, ha llegado en la persona de Jesús. Juan es esa lámpara ardiente y brillante que prepara los corazones para la irrupción del Reino.
Juan, pues, alumbra la venida de Jesús en este Adviento y nos invita a una sincera conversión de vida. Porque lo de Juan fue “un instante de luz”, pero el Nacimiento del Señor es el Acontecimiento por antonomasia de que Dios ha venido para quedarse definitivamente entre nosotros y queriendo ser un hombre entre los hombres sin menguar en nada su divinidad. No es testigo, es la propia Luz que ilumina sin deslumbrar y que se hace extraordinaria claridad en el corazón del mundo y de cada hombre.
Que este Adviento que estamos viviendo sea para nosotros un tiempo muy especial de discernimiento interior, de conversión profunda de nuestras miserias y pecados que tanto oscurecen la vida propia y la de nuestros prójimos y de velar con alegría en la espera de la “Luz Verdadera que alumbra a todo hombre”.
“Esperar es un derecho, no un lujo. Esperar no es sólo soñar. Es el medio para transformar los sueños en realidad. Felices los que tienen la audacia de soñar y de estar dispuestos a pagar un precio a fin de que sus sueños puedan hacerse realidad en la historia de los hombres”