Evangelio según San Lucas 4,31-37
Llegó Jesús a Cafarnaún, un pueblo de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente; y se admiraban de cómo les enseñaba, porque hablaba con plena autoridad. En la sinagoga había un hombre que tenía un demonio o espíritu impuro que gritaba con fuerza: ¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco: ¡Sé que eres el Santo de Dios!. Jesús reprendió a aquel demonio diciéndole: ¡Cállate y deja a ese hombre! Entonces el demonio arrojó al hombre al suelo delante de todos y salió de él sin hacerle ningún daño. Todos se asustaron y se decían unos a otros: ¿Qué palabras son ésas? ¡Este hombre da órdenes con plena autoridad y poder a los espíritus impuros y los hace salir! La fama de Jesús se extendía por todos los lugares de la región.
Comentario del Evangelio
Los demonios representan esos males profundos que se apoderan por completo del ser humano y le hacen daño. En este texto, vemos que un demonio le pide a Jesús que no lo destruya, y le llama “Santo de Dios”. Esta expresión aparece en el libro del profeta Oseas, donde Dios se presenta diciendo: “en medio de ti soy el Santo” (Os 11,9). Allí significa que Dios es capaz de perdonar, de liberar, de sanar, en lugar de condenar con ira como lo hacemos nosotros. ¿Por qué puede afectar eso a un demonio? Porque el Santo no tolera que un ser humano esté dañado y dominado por las fuerzas del mal. El Santo siempre tratará de liberar a sus hijos. Por eso las fuerzas del mal tienen la batalla perdida ante Jesús.
Lecturas del día
Carta I de San Pablo a los Corintios 2,10b-16
Hermanos: El Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios. ¿Quién puede conocer lo más íntimo del hombre, sino el espíritu del mismo hombre? De la misma manera, nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que reconozcamos los dones gratuitos que Dios nos ha dado. Nosotros no hablamos de estas cosas con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con el lenguaje que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, expresando en términos espirituales las realidades del Espíritu.
El hombre puramente natural no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una locura para él y no lo puede entender, porque para juzgarlo necesita del Espíritu. El hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie. Porque ¿quién penetró en el pensamiento del Señor, para poder enseñarle? Pero nosotros tenemos el pensamiento de Cristo.
Salmo 145(144),8-9.10-11.12-13ab.13cd-14
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus criaturas.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.
El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados.
Comentario del Evangelio por Balduino de Ford (¿-c. 1190) Su palabra estaba llena de autoridad
“La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo” (Hb 4, 12). Toda la grandeza y fuerza y sabiduría de la Palabra de Dios, mírala aquí por estas palabras que el Apóstol muestra a aquellos que buscan a Cristo, Palabra, fuerza y sabiduría de Dios… Esta Palabra estaba al comienzo cerca del Padre, eterno con él. Ella fue revelada en su tiempo a los apóstoles, anunciada por ellos y recibida humildemente por el pueblo de los creyentes….
Ella ésta Palabra es viva, a quien el Padre ha dado tener vida en sí misma, como él mismo la posee (Jn 5, 26). Además no es solamente viva, sino que es la vida misma, como está escrito: “Yo soy la vida, la verdad y el camino”( Jn 14,6). Y ya que ella es la vida, está viva y vivificante, pues “como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así el Hijo da la vida al que quiere”( Jn 5,21). Ella es vivificante cuando llama a Lázaro salir de su tumba y le dice: “Sal”(Jn 11,43).
Cuando esta Palabra es proclamada, la voz que la pronuncia resuena al exterior con una fuerza que atraviesa el interior, hace revivir a los muertos, y (despertando la fe) suscita verdaderos hijos de Abrahán (Mt 3, 9). Sí, esta Palabra, es viviente, en el corazón del Padre en la boca del que la proclama, en el corazón del que cree y ama.