Evangelio según San Mateo 10,7-13
En aquel tiempo dijo Jesús a los apóstoles: Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca. Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad de su enfermedad a los leprosos y expulsad a los demonios. Gratis habéis recibido este poder: dadlo gratis. No llevéis oro ni plata ni cobre ni provisiones para el camino. No llevéis ropa de repuesto ni sandalias ni bastón, pues el obrero tiene derecho a su sustento. Cuando lleguéis a un pueblo o aldea, buscad a alguien digno de confianza y quedaos en su casa hasta que salgáis de allí. Al entrar en la casa, saludad a los que viven en ella. Si la gente de la casa lo merece, la paz de vuestro saludo quedará en ella; si no lo merece, volverá a vosotros.
Comentario del Evangelio
Jesús envía a sus discípulos a hacer el bien por todas partes. Del mismo modo, nos pide a nosotros que no nos quedemos encerrados en nuestros intereses egoístas y salgamos a hacer el bien a los demás. Aquí se destaca una frase de Jesús: “gratis habéis recibido este poder, dadlo gratis”. No es fácil. Muchas veces pensamos que hemos ganado todo lo que tenemos, y olvidamos que nuestra vida y nuestras fuerzas son un puro regalo divino. La vida tiene un valor inmenso, pero no hemos hecho nada para comprarla, la recibimos gratis. Jesús nos pide que también seamos capaces de dar gratis, sin esperar recompensas, reconocimientos o elogios. A veces nos quejamos cuando los demás son ingratos. Pero ¿somos capaces de hacer algo gratis, sin exigir ni siquiera agradecimientos?
Lecturas del día
Libro de los Hechos de los Apóstoles 11,21b-26.13,1-3
En aquellos días, muchos creyeron y se convirtieron. Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía. Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme. Bernabé era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe. Y una gran multitud adhirió al Señor. Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo, y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”. En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: “Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado”. Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Salmo 98(97),1.2-3ab.3c-4.5-6
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.
Comentario del Evangelio por San Gregorio Magno (c. 540-604) San Bernabé, apóstol que proclama que el Reino de los cielos está cerca
« ¿Cómo podría yo amar a alguien que no conozco?»…Si no podemos ver a Dios, tenemos sin embargo otros medios para levantar el ojo de nuestro espíritu hasta él. Si no nos es posible verle en él mismo, podemos desde ya verle en sus servidores. Viendo que cumplen maravillas, podemos estar seguros de que Dios mora en ellos…Ninguno de entre nosotros puede ver directamente el sol fijándolo al momento en el que se levanta con todo su brillo, pues los ojos quedan deslumbrados al fijarlos en sus rayos. Pero miramos las montañas que el sol ilumina, y vemos por esto que ya ha salido. De este modo, puesto que no podemos ver el Sol de justicia en él mismo (Ml 3:20), miremos las montañas que su claridad ilumina, es decir los santos apóstoles, que brillan por sus virtudes, que resplandecen por sus milagros…En efecto el poder de Dios en él mismo, es el sol en el cielo; el poder de Dios extendido sobre los hombres, es el sol sobre la tierra…
Pero la condición para no tropezar en el camino sobre la tierra es amar a Dios y a nuestro prójimo con todo nuestro espíritu (Mt 22:37s)…Es por esto que el Espíritu ha sido dado a los discípulos en dos ocasiones: primero por el Señor cuando vivía en la tierra, luego por el Señor cuando reinaba en el cielo (Jn 20:22; Hch 2). Nos es dado sobre la tierra para amar al prójimo, y del cielo para amar a Dios. Pero ¿por qué primero nos es dado sobre la tierra, y en seguida del cielo, sino para darnos a comprender claramente esta palabra de Juan: «quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve»? (1 Jn 4:20). De este modo hermanos míos, apreciemos a nuestro prójimo; amemos al que está cerca de nosotros, para que nos sea posible amar a aquel que está sobre nosotros… a fin de merecer disfrutar en Dios una alegría perfecta con el mismo prójimo.