Evangelio según San Juan 1,47-51
En aquel tiempo, cuando Jesús vio acercarse a Natanael, dijo: Aquí viene un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Natanael le preguntó: ¿De qué me conoces? Jesús le respondió: Te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera. Natanael le dijo: Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel! Jesús le contestó: ¿Me crees solamente por haberte dicho que te vi debajo de la higuera? ¡Pues cosas más grandes que estas verás! Y añadió: Os aseguro que veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.
Comentario del Evangelio
Jesús observaba a Natanael mientras él estaba debajo de una higuera. Y Jesús veía todo lo bueno que había en ese hombre. Luego, Jesús lo elogió diciendo que era “verdadero” y sin engaño, es decir, que era un hombre honesto, leal, sincero, sin vueltas. Natanael se sintió descubierto, supo ver que todo su ser estaba desnudo ante los ojos de Jesús, y al mismo tiempo reconoció ese amor divino capaz de valorar lo bueno que llevamos dentro. Así nos mira Jesús a todos, y así tendríamos que dejarnos mirar por él. Pero a ese hombre que era capaz de asombrarse, Jesús le prometió algo más grande: el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre. No habrá secretos para los creyentes, no habrá puertas cerradas; los ángeles, mensajeros de Dios que hacen de puente entre el cielo y la tierra, nos anuncian que, nuestro encuentro con el Señor, podrá ser pleno y sin límites. A eso estamos llamados.
Lecturas del dia
Libro de Daniel 7,9-10.13-14
Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros. Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.
Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.4-5
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.
y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.
Que los reyes de la tierra te bendigan
al oír las palabras de tu boca,
y canten los designios del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
Catecismo de la Iglesia Católica § 328-332
Los ángeles de Dios suben y bajan encima del Hijo del hombre
Creo en un solo Dios, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles. La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición. San Agustín dice respecto a ellos: El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel. Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos (Mt 18,10), son agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra (Sl 103,20). En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello.
Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles… (Mt 25,31). Le pertenecen porque fueron creados por y para él: Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles: tronos, dominaciones, principados, potestades; todo fue creado por él y para él (Col 1,16). Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: ¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación? (Hb 1,14) Desde la creación y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización.