Evangelio según San Mateo 23,23-26
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
Comentario del Evangelio
En la forma de hablar de Jesús hay un maravilloso sentido del humor que nos ayuda a reírnos de nosotros mismos. También en eso Jesús muestra la grandeza de su amor y nos garantiza que no se cansa de nosotros. Se ve, por ejemplo, en el nombre que da a algunos discípulos. Al asustadizo Pedro le llama Cefas, que significa “piedra”. Y Judas, el nombre del traidor, significa en hebreo “predilecto.” En todos estos casos, la verdad del amor de Jesús prevalece con mucho sobre la ironía. Con su humor es como Jesús nos ayuda a entrar en nosotros mismos utilizando, en el evangelio de hoy, un proverbio que nos hace sonreír: “coláis el mosquito y os tragáis el camello.”
Lecturas del dia
Segunda Carta San Pablo a los Tesalonicenses 2,1-3a.14-17
Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos, que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado. Que nadie los engañe de ninguna manera. Porque antes tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el Ser condenado a la perdición, El los llamó, por medio de nuestro Evangelio, para que posean la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y conserven fielmente las tradiciones que aprendieron de nosotros, sea oralmente o por carta. Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.
Salmo 96(95),10.11-12a.12b-13
Digan entre las naciones: «El Señor reina!
El mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud.»
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad.
Mensaje del Beato Columba Marmion (1858-1923)
La Perfección es Interior
Tenemos que estar prevenidos sobre una cierta concepción errónea de la perfección, que se encuentra a veces en almas poco esclarecidas. Ocurre que ellas sitúan toda la perfección en la observación puramente exterior y material de las prescripciones. Aunque lo que diré parezca severo, no dudo en decirlo. El sesgo nombrado, confina o lleva el riesgo de conducir al fariseísmo, que es un gran peligro. (…)
Los fariseos pasaban a los ojos de la multitud como santos personajes. Ellos se consideraban ellos mismos santos. Hacían consistir toda su perfección en la exactitud en el cumplimiento de las observancias exteriores. Ustedes saben que su fidelidad a la letra y su puntualidad eran tan meticulosas, que los ejemplos de su formalismo son a veces risibles. No satisfechos con guardar muy escrupulosamente la ley de Moisés, que ya era una carga, agregaban un verdadero catálogo de prescripciones de propia obra. Nuestro Señor las llamaba la “tradición de los hombres” (Mc 7,8). Todo eso estaba exteriormente tan bien observado que no había nada para reprocharles: imposible encontrar discípulos de Moisés más correctos. (…)
Ustedes dirán: ¿No tenemos que observar todo lo que está prescripto? Por cierto lo debemos observar. (…) Pero retengamos bien esto: lo que importa en nuestra observancia es el principio interior que la anima. Los Fariseos observaban todo minuciosamente pero era para ser vistos y recibir el aplauso de la multitud. Esa desviación moral estropeaba a fondo todas las obras. En cuanto a la observancia exterior, guardada matemáticamente, pero por ella misma y sin nada que la ennoblezca, no es para nada la perfección. Es necesario que la vida interior sea el alma de nuestra fidelidad exterior. Esta debe ser el resultado, fruto y manifestación de sentimientos de fe, confianza y amor que rigen en nuestro corazón.