Evangelio según san Lucas 21,34-36
Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.
Comentario del Evangelio
Jesús da un último consejo convocándonos a la vigilancia y a la oración. Muchas cosas que nos rodean pueden desviar nuestra meta, que es vivir el Reino de Dios. Especialmente cuando se vive con la mirada y el corazón fijos en mi propio mundo, en mis problemas, en lo que quiero y en lo que no quiero. Debemos de tener claro que nada tan opuesto a la realidad y al querer de Dios es esto. El Señor quiere que nuestra vida sea vivida en plenitud, es decir, desde lo profundo, desde nuestro ser interno hacía fuera, así es como la vida toma sentido, color, gusto y plenitud. Hoy más que nunca el Señor nos exige que estemos atentos, que nada nos distraiga y que nuestra vida de fe y de nuestros actos, sean coherentes con lo que creemos. La última petición de Jesús al final del año litúrgico es ésta: Estad en vela, orando en todo tiempo. Hoy nos preguntamos:
¿Cómo vivo este consejo de Jesús en mi vida?
¿Vivimos realmente nuestra vida de fe?
¿Vivimos para el REINO DE DIOS?
Lecturas del dia
Libro de Daniel 7,15-27
Yo, Daniel, quedé profundamente turbado en mi espíritu, y las visiones de mi imaginación me llenaron de espanto. Me acerqué a uno de los que estaban de pie y le pregunté la verdad acerca de todo aquello. El me habló y me hizo conocer la interpretación de las cosas. “Esos cuatro animales enormes son cuatro reyes que se alzarán de la tierra; y los Santos del Altísimo recibirán la realeza, y la poseerán para siempre, por los siglos de los siglos”.
Entonces quise saber la verdad acerca del cuarto animal, que era diferente de todos los demás, extremadamente horrible, y que tenía dientes de hierro y garras de bronce: el que devoraba, trituraba y pisoteaba el resto con las patas; y también acerca de los diez cuernos de su cabeza, y del otro cuerno que se había elevado y ante el cual habían caído tres; es decir, el cuerno que tenía ojos y una boca que hablaba con insolencia, y que parecía más grande que los otros.
Yo miraba, y este cuerno hacía la guerra a los Santos del Altísimo y prevalecía sobre ellos,hasta que vino el Anciano, se hizo justicia a los Santos del Altísimo y llegó el momento en que los Santos entraron en posesión de la realeza. El habló así: “En lo que respecta al cuarto animal, habrá sobre la tierra un cuarto reino, diferente de todos los reinos: él devorará toda la tierra, la pisoteará y la triturará. En cuanto a los diez cuernos, de este reino surgirán diez reyes, y otro surgirá después de ellos: será diferente de los anteriores y abatirá a tres reyes.
Hablará contra el Altísimo y maltratará a los Santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos festivos y la Ley, y los Santos serán puestos en sus manos por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo. Pero luego se sentará el tribunal, y a ese rey se le quitará el dominio, para que sea destruido y aniquilado definitivamente. Y la realeza, el dominio y la grandeza de todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los Santos del Altísimo. Su reino es un reino eterno, y todos los imperios lo servirán y le obedecerán”.
Libro de Daniel 3,82.83.84.85.86.87
Todos los hombres, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Israel, bendice al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Sacerdotes del Señor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Servidores del Señor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Espíritus y almas de los justos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Santos y humildes de corazón, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Del Catecismo de la Iglesia Católica 672 – 677 «Estad siempre despiertos»
El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio, pero es un tiempo marcado todavía por la «tristeza» (1C 7,26) y la prueba del mal que afecta también a la Iglesia e inaugura los combates de los últimos días. Es un tiempo de espera y de vigilancia. Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente, aun cuando a nosotros no nos «toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad» (Hch 2,7). Este advenimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento…
Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el «misterio de iniquidad» bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (2Tes 2,3ss; 2Jn 7)…
La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el cielo a su Esposa (Ap 21,25). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa.