Evangelio según San Mateo 24,37-44
En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
Comentario del Evangelio
El Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperéis
“Permaneced despiertos” es la llamada que Jesús hoy nos hace. Tantas veces podemos caer en la rutina, en el desaliento, en la tristeza… porque olvidamos que Él camina con nosotros. Necesitamos abrir los ojos del corazón, despertar de nuestros desánimos, para vivir con esperanza y reconocer que todo acontecimiento es ocasión propicia para amar y entregarnos con generosidad. ¡Ven, Señor Jesús!
Pedimos esta gracia al Señor, en este tiempo de Adviento que acabamos de iniciar. Queremos no permanecer indiferentes a tu Presencia. Que tu venida, nos permita tener los ojos abiertos, para reconocer la obra de tu Amor y así disponernos a ser testigos de tu gran misericordia.
Lecturas del día
Libro de Isaías 2,1-5
Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén: Sucederá al fin de los tiempos, que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán; ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! El nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas”. Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la palabra del Señor. El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!
Salmo 122(121),1-2.4-5.6-7.8-9
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor!»
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor
-según es norma en Israel-
para celebrar el nombre del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.
Auguren la paz a Jerusalén:
“¡Vivan seguros los que te aman!
¡Haya paz en tus muros
y seguridad en tus palacios!”.
Por amor a mis hermanos y amigos,
diré: “La paz esté contigo”.
Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios,
buscaré tu felicidad.
Carta de San Pablo a los Romanos 13,11-14
Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.
Sermón de san Bernardo (1091-1153) monje cisterciense y doctor de la Iglesia
El Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada
Hermanos, es justo que celebren con toda devoción la venida del Señor,tanto nos alegra su consuelo y nos asombra su condescendencia, tanto su amor arde en nosotros. Pero no piensen únicamente en la primera venida, cuando el Señor viene a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10), sino también en la otra venida, cuando volverá y nos llevará consigo. ¡Quisiera verlos sin cesar ocupados en meditar en sus corazones estas dos venidas, cuánto nos dio en la primera y cuánto nos ha prometido en la segunda! Que ustedes se reposen entre estas dos cunas (Sal 67,14) ya que son los dos brazos del Esposo entre los cuales reposaba la Esposa del Cantar de los Cantares:
“Su izquierda sostiene mi cabeza y con su derecha me abraza” (2,6). (…) Hay una tercera venida del Señor entre las dos venidas que evoqué, los que la conocen se reposan con gran felicidad. La primera y la última son visibles, ésta no lo es. En la primera, el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre los hombres (Ba 3,38) (…). En la última, “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6; Is 40,5). (…) La intermedia, en cambio, es secreta. En ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y ven dónde sus almas son salvadas.
En la primera venida, el Señor vino en nuestra carne y nuestra debilidad. En su venida intermedia viene en Espíritu y poder. Su última venida, será en gloria y majestad. Pero es por la fuerza de las virtudes que se llega a la gloria, como está escrito: “El rey de la gloria es el Señor de los ejércitos” (Sal 23,10) y en el mismo libro, “Para ver tu poder y tu gloria” (62,3). La venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última. En la primera, Cristo fue nuestra redención y en la última, aparecerá como nuestra vida. En su venida intermedia, es nuestro descanso y nuestro consuelo.