Primer Libro de los Reyes 8,22-23.27-30
Salomón se puso ante el altar del Señor, frente a toda la asamblea de Israel, extendió sus manos hacia el cielo y dijo: “Señor, Dios de Israel, ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como tú, que mantienes la Alianza y eres fiel con tus servidores, cuando caminan delante de ti de todo corazón. Pero ¿es posible que Dios habite realmente en la tierra? Si el cielo y lo más alto del cielo no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo he construido! No obstante, Señor, Dios mío, vuelve tu rostro hacia la oración y la súplica de tu servidor, y escucha el clamor y la oración que te dirige hoy tu servidor. Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre el lugar del que tú dijiste: ‘Allí residirá mi Nombre’. ¡Escucha la oración que tu servidor dirige hacia este lugar! ¡Escucha la súplica y la oración que tu servidor y tu pueblo Israel dirijan hacia este lugar! ¡Escucha desde tu morada en el cielo, escucha y perdona!
Salmo 84(83),3.4.5.10.11
Mi alma se consume de deseos
por los atrios del Señor;
mi corazón y mi carne claman ansiosos
por el Dios viviente.
Hasta el gorrión encontró una casa,
y la golondrina tiene un nido
donde poner sus pichones,
junto a tus altares, Señor del universo,
mi Rey y mi Dios.
¡Felices los que habitan en tu Casa
y te alaban sin cesar!
protege, Dios, a nuestro Escudo
y mira el rostro de tu Ungido.
Vale más un día en tus atrios
que mil en otra parte;
yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios
antes que vivir entre malvados.
Evangelio según San Marcos 7,1-13
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras? El les respondió:
¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres. Y les decía: Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte…En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!
Comentario del Evangelio: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí
¿Quién lo ha creado todo? ¿Quién te ha creado a ti mismo? ¿Qué son todas estas criaturas? ¿Quién eres tú? ¿Y cómo decir qué es el que ha creado todo esto? Para decirlo, hace falta que tu pensamiento lo conciba: qué tu pensamiento se vuelva hacia él, acercate a él. Para ver bien algo, te acercas a eso… Pero Dios es percibido sólo por el espíritu, se le coge sólo por el corazón. ¿Y dónde está este corazón por el cual se puede ver a Dios? “Dichosos los corazones puros, verán a Dios” (Mt 5,8)… Leemos en un salmo: “Acercáos y seréis iluminados” (Sal. 33,6 tipos de Vulg). Para acercarse y ser iluminado, hace falta que detestes las tinieblas… Eres pecador, debes volverte justo; pero no podrás recibir la justicia si el mal todavía te gusta. Destrúyelo en tu corazón y purifícalo; caza el pecado de tu corazón donde quiere venir a vivir al que quieres ver. El alma humana, nuestro ” hombre interior ” (Ef 3,16), se acerca a Dios tanto como puede, nuestro hombre interior que ha sido recreado a imagen de Dios, él que ha sido creado a imagen de Dios (Gn 1,26) pero que se alejó de Dios en la desemejanza.
Cierto, no es en el tiempo donde nos acercamos o alejamos de Dios: si no te pareces más a él, te apartas de Dios; si te le pareces, tú te acercas a él. Mira pues cómo el Señor quiere que nos acerquemos: nos hace primero semejantes a él para que podamos estar cerca de él. Nos dice: “Sed como vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y deja caer la lluvia sobre justos e injustos”. Aprende pues a amar a tu enemigo (Mt 5,44-45). A medida que esta caridad crece en ti, te devuelve y te reforma a semejanza de Dios; y cuanto más te acercas a esta semejanza avanzando en amor, más comienzas a sentir la presencia de Dios. ¿Pero a quién sientes? ¿Al que viene hacia ti o a aquel al cuál tú vuelves? Él jamás se alejó de ti; eres tú quien se ha alejado de él.
San Agustín (354-430)