Evangelio según san Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Comentario del Evangelio
Hoy como ayer, pedimos signos y señales del cielo para creer en Dios. Desde siempre se ha asimilado a Dios con el poder, con lo mágico y con los portentos. No estamos diciendo que Dios no tenga poder. La señal del cielo está en la tierra, en Jesucristo, Dios con nosotros, cercano. Además Cristo está dentro de nosotros mismos, dentro de nuestra propia historia, en el recorrido de nuestros acontecimientos, en el cada día. La gloria de Dios está en la manifestación plena de Jesús Crucificado. Es en el Cristo colgado en la Cruz, donde Dios muestra su potencia y su gloria. Jesús se resistió a dar señales portentosas de Dios. Lo manifestó como un Dios sencillo.
Lecturas del día
Lectura del libro del Génesis 4,1-15.25
El hombre conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y ella dijo: «He adquirido un hombre con la ayuda del Señor». Después dio a luz a Abel, su hermano. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo. Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del suelo; también Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se enfureció y andaba abatido. El Señor dijo a Caín: «Por qué te enfureces y andas abatido? ¿No estarías animado si obraras bien?; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo». Caín dijo a su hermano Abel: «Vamos al campo». Y, cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín:
«Dónde está Abel, tu hermano?». Respondió Caín: «No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?». El Señor le replicó: «¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo. Por eso te maldice ese suelo que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. Cuando cultives el suelo, no volverá a darte sus productos. Andarás errante y perdido por la tierra». Caín contestó al Señor: «Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Puesto que me expulsas hoy de este suelo, tendré que ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará». El Señor le dijo:
«El que mate a Caín lo pagará siete veces». Y el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matase. Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo: «Dios me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, asesinado por Caín».
Sal 49
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
«No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
¿Por qué recitas mis preceptos,
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara».
Comentario de las lecturas Caín atacó a su hermano Abel y lo mató
El Génesis nos relata la muerte de Abel por su hermano Caín. Es la tragedia de la fraternidad. Que por desgracia, desde entonces a nuestros días se repite con demasiada frecuencia. También en nuestros días hay hombres que matan a hombres, hay hermanos que matan a sus hermanos. Ahí tenemos las guerras que nos recuerdan los Medios de Comunicación y las diversas circunstancias como el hambre, las enormes desigualdades económicas… que también matan a hermanos.
Toda la predicación de Jesús va por otro camino, va por el camino de la fraternidad. El núcleo de su buena noticia está en asegurarnos que Dios no solo es nuestro Creador, sino también nuestro Padre y que, por lo tanto, todos somos hermanos. Sabemos que la actitud central de Jesús y en la que hizo más hincapié fue el amor…nos pide que amemos a Dios, a los hermanos y a nosotros mismos. Y nos dio ejemplo de su amor extremo y por eso nos pudo pedir: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
No lo podemos olvidar. Dios, que es Amor, nos ha hecho semejantes a él. También nosotros somos amor… y siempre que nos desviemos del camino del amor, como Caín, la felicidad se alejará de nosotros. Iremos en contra de nuestra propia naturaleza.
¿Por qué esta generación reclama un signo?
Jesús no acaba de entender que los descreídos fariseos le pidan “un signo del cielo”. “¿Por qué esta generación reclama un signo?”. Jesús ya ha hecho más que suficiente, con sus palabras y gestos especiales, como la curación de enfermos, para que sus oyentes crean en él y le acepten a él y a su mensaje.
La actitud de los oyentes de Jesús en su tiempo y en todos los tiempos, también en el nuestro, es doble: unos, haga lo que haga, le van a rechazar… no le van a dejar entrar en sus corazones, de alguna manera podemos decir que le van a matar… y otros le van, le vamos a aceptar con los brazos abiertos, nombrándole el Señor y Dueño de nuestra vida.
No valen los signos prodigiosos para creer en Jesús. Jesús no tiene más que dos vías para conquistarnos: sus palabras de vida y su desbordante amor hacia nosotros. Y a estas dos vías podemos añadir otra: Quien camina desde la amistad con Jesús por la senda que nos traza se encontrará en su corazón con la alegría, la felicidad, la vida abundante que tanto anhelamos.