Esta generación malvada y adúltera reclama un signo

Esta generación malvada y adúltera reclama un signo

Evangelio según san Mateo 12,38-42 

Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: “Maestro, queremos que nos hagas ver un signo”. El les respondió: “Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.”

Comentario del Evangelio

El evangelio de hoy nos relata que los doctores de la ley piden a Jesús que haga una señal para ellos para que puedan verificar si Jesús es o no el enviado por Dios. Quieren someterle a prueba. Quieren que Jesús se someta a sus criterios. No habían entendido nada de todo lo que Jesús había dicho. En ocasiones también a nosotros nos cuesta entender los caminos de Dios. Muchas veces la vida se presenta confusa, injusta, oscura. Con sencillez pidamos al Señor que fortalezca nuestra fe, para poder contemplar los signos de su presencia. Hoy nos preguntamos:

¿Soy como aquél que pide una señal?
¿Reconozco el camino que Dios quiere para mi?
¿Es mi fe suficiente para entregarme a Jesús?

Lecturas del dia

Libro del Exodo 14,5-18

Cuando informaron al rey de Egipto que el pueblo había huido, el Faraón y sus servidores cambiaron de idea con respecto al pueblo, y exclamaron: “¿Qué hemos hecho? Dejando partir a Israel, nos veremos privados de sus servicios”. Entonces el Faraón hizo enganchar su carro de guerra y alistó sus tropas. Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, con tres hombres en cada uno. El Señor endureció el corazón del Faraón, el rey de Egipto, y este se lanzó en persecución de los israelitas, mientras ellos salían triunfalmente.

Los egipcios los persiguieron con los caballos y los carros de guerra del Faraón, los conductores de los carros y todo su ejército; y los alcanzaron cuando estaban acampados junto al mar, cerca de Pihajirot, frente a Baal Sefón. Cuando el Faraón ya estaba cerca, los israelitas levantaron los ojos y, al ver que los egipcios avanzaban detrás de ellos, se llenaron de pánico e invocaron a gritos al Señor. Y dijeron a Moisés: “¿No había tumbas en Egipto para que nos trajeras a morir en el desierto? ¿Qué favor nos has hecho sacándonos de allí?

Ya te lo decíamos cuando estábamos en Egipto: “¡Déjanos tranquilos! Queremos servir a los egipcios, porque más vale estar al servicio de ellos que morir en el desierto”. Moisés respondió al pueblo: “¡No teman! Manténganse firmes, porque hoy mismo ustedes van a ver lo que hará el Señor para salvarlos. A esos egipcios que están viendo hoy, nunca más los volverán a ver. El Señor combatirá por ustedes, sin que ustedes tengan que preocuparse por nada.

Después el Señor dijo a Moisés: “¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.  Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas.

Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros”.

Libro del Exodo 15,1b-2.3-4.5-6

«Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria:
él hundió en el mar los caballos y los carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección,
él me salvó.

El es mi Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.
El Señor es un guerrero,
su nombre es “Señor”.

El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército,
lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.

El abismo los cubrió,
cayeron como una piedra en lo profundo del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza,
tu mano, Señor, aniquila al enemigo.

San Romano el Melódico (?-c. 560) Himno “Nínive” “Se convirtieron”

Meditemos sobre los Ninivitas (…), escuchemos lo que hicieron. Después de la terrible proclamación que Jonás hizo delante de ese pueblo glotón y ebrio (…), se apresuraron como obreros hábiles a consolidar la ciudad que sus acciones malvadas habían destruido, tomando por cimiento una roca segura (…): el arrepentir.

Habiendo lavado su mancha con ríos de lágrimas, adornaron la ciudad con su oración y Nínive convertida agradó a su Misericordia. La ciudad presentó inmediatamente la belleza de su corazón al que “sondea las mentes y los corazones” (Sal 7,10). Ungida con el aceite de buenas obras, perfumada de ayuno, retornó al que la ama (…) y él abrazó su arrepentir.

Su rey, un hombre sabio (…) preparó los animales y la tropilla para aportarlas como dote, diciendo: “Te ofrezco todo, mi Dios, mi Salvador: sólo reconcilia, haz entrar en gracia a quien se ha prostituido, que traicionó tu pureza (…). He aquí que como presente te ofrece su arrepentimiento.

« Si yo, el rey soberano, pequé, golpéame sólo a mí y ten piedad de todos los demás. Pero si todos hemos fallado, escucha la voz de todos. (…) Que tu socorro venga a nosotros y el temor será disipado. Nada nos asustará si recibes lo que te ofrecemos: nuestro arrepentimiento. (…)

Hijo del Único, oh Dios único, que haces la voluntad de los que te aman, protégelos en tu misericordia. (…) Como antes tuviste piedad de los Ninivitas (…), hoy salva del juicio a los que te cantan y acuérdame el perdón en recompensa por mi confesión. (…) Ya que no tengo obras dignas de tu gloria, mi Salvador, sálvame por lo menos por mis palabras de contrición, tú que amas el arrepentimiento.

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