Evangelio según San Lucas 7,19-23
Los envió a decir al Señor: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”.
Cuando se presentaron ante él, le dijeron: “Juan el Bautista nos envía a preguntarte: ‘¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?'”.
En esa ocasión, Jesús curó mucha gente de sus enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos.
Entonces respondió a los enviados: “Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!”.
Comentario del Evangelio
Cuando le informan a Juan de lo que se decía de Jesús, tiene una reacción significativa. Manda a sus discípulos a preguntar a Jesús si es “el que había de venir.” ¿Qué está preguntando Juan? La expresión que usa es una forma típica, tal como se ve en la tradición profética: “vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo” (Dn 7,13); “mira que viene tu rey” (Zac 9,9); “bendito el que viene en el nombre del Señor” (Sal 118,26). El Bautista no está preguntando solamente si Jesús es un profeta más, sino si es el Señor de la vida.
Lecturas del dia
Libro de Isaías 45,6b-8.18.21b-25
Para que se conozca, desde el Oriente y el Occidente, que no hay nada fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas, hago la felicidad y creo la desgracia: yo, el Señor, soy el que hago todo esto. Destilen, cielos, desde lo alto, y que las nubes derramen la justicia! ¡Que se abra la tierra y produzca la salvación, y que también haga germinar la justicia! Yo, el Señor, he creado todo esto. Porque así habla el Señor, el que creó el cielo y es Dios, el que modeló la tierra, la hizo y la afianzó, y no la creó vacía, sino que la formó para que fuera habitada: Yo soy el Señor, y no hay otro.
¡Declaren, expongan sus pruebas! ¡Sí, deliberen todos juntos! ¿Quién predijo esto antiguamente y lo anunció en los tiempos pasados? ¿No fui yo, el Señor? No hay otro Dios fuera de mí; un Dios justo y salvador, no lo hay, excepto yo. Vuélvanse a mí, y serán salvados, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay otro. Lo he jurado por mí mismo, de mi boca ha salido la justicia, una palabra irrevocable:
Ante mí se doblará toda rodilla, toda lengua jurará por mí, diciendo: Sólo en el Señor están los actos de justicia y el poder. Hasta él llegarán avergonzados todos los que se enfurecieron contra él. En el Señor hallará la justicia y se gloriará toda la descendencia de Israel.
Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos.
Comentario de san Ambrosio (c. 340-397) ¿Eres tú el que ha de venir?
El Señor, sabiendo que nadie puede alcanzar la fe en plenitud sin el evangelio, -porque, aunque la Biblia comienza con el Antiguo Testamento, alcanza su plenitud en el Nuevo Testamento- , aclara las cuestiones que se le ponen sobre él mismo más que por palabras, por sus actos. “Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11,4). Este testimonio está completo porque de él fue profetizado: “El Señor libera a los cautivos, da luz a los ciegos, endereza a los que ya se doblan…El Señor reina por siempre” (cf Sal 145,7).
No obstante, estos no son más que remotos ejemplos del testimonio que Cristo nos trae. El fundamento de la fe es la cruz del Señor, su muerte, su sepultura. Es así porque, después de la respuesta que hemos citado, él dice más adelante: “…y dichoso el que no halle escándalo en mí” (Mt 11,6). En efecto, la cruz podía provocar la caída de los elegidos mismos, pero no hay testimonio más grande de una persona divina, nada que sobrepase más las fuerzas humanas que esta ofrenda de uno solo por el mundo entero. Es aquí donde el Señor se revela plenamente. Además, así lo testifica Juan: “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29).