Ella regresó a su casa y encontró a la niña liberada del demonio

Ella regresó a su casa y encontró a la niña liberada del demonio

Evangelio según san Marcos 7,24-30

Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. El le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros”.

Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”. Entonces él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”. Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.

Comentario del Evangelio

La actitud de Jesús nos deja pensando: ¿por qué Jesús le dice que no está permitido tomar el pan de los hijos para dárselo a los cachorros? Ella podría haberse sentido insultada. Sin embargo, la mujer no se desalienta, hay alguien que la necesita más que su propio orgullo. Así logra que el Señor cure a su hijita. Hoy, todo esto nos debe impulsar a no quedarnos en la seguridad de lo conocido, a animarnos a ir más allá de las fronteras. Fronteras que no son siempre territoriales: a veces son culturales, son étnicas, son de costumbres, de convicciones, para hacer presente la fuerza del Evangelio y la misericordia divina. Hoy nos preguntamos:
¿Nos quedamos en nuestro lugar sin salir a evangelizar?
¿Cómo siendo cristianos no vamos a llevar el evangelio a otros?
¿Tengo miedo de mostrar al Dios de Jesús más allá de donde vivo?

Lecturas del día

Primer Libro de los Reyes 11,4-13

Así, en la vejez de Salomón, sus mujeres les desviaron el corazón hacia otros dioses, y su corazón ya no perteneció íntegramente al Señor, su Dios, como el de su padre David. Salomón fue detrás de Astarté, la diosa de los sidonios, y detrás de Milcóm, el abominable ídolo de los amonitas. El hizo lo que es malo a los ojos del Señor, y no siguió plenamente al Señor, como lo había hecho su padre David.

Fue entonces cuando Salomón erigió, sobre la montaña que está al este de Jerusalén, un lugar alto dedicado a Quemós, el abominable ídolo de Moab, y a Milcóm, el ídolo de los amonitas. Y lo mismo hizo para todas sus mujeres extranjeras, que quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses. El Señor se indignó contra Salomón, porque su corazón se había apartado de él, el Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces y le había prohibido ir detrás de otros dioses. Pero Salomón no observó lo que le había mandado el Señor.

Entonces el Señor dijo a Salomón: “Porque has obrado así y no has observado mi alianza ni los preceptos que yo te prescribí, voy a arrancarte el reino y se lo daré a uno de tus servidores. Sin embargo, no lo haré mientras tú vivas, por consideración a tu padre David: se lo arrancaré de las manos a tu hijo. Pero no le arrancaré todo el reino, sino que le daré a tu hijo una tribu, por consideración a mi servidor David y a Jerusalén, la que yo elegí”.

Salmo 106(105),3-4.35-36.37.40

¡Felices los que proceden con rectitud,
los que practican la justicia en todo tiempo!
Acuérdate de mi, Señor,
por el amor que tienes a tu pueblo;

visítame con tu salvación,
se mezclaron con los paganos
e imitaron sus costumbres;
rindieron culto a sus ídolos,

que fueron para ellos una trampa.
Sacrificaron en honor de los demonios
a sus hijos y a sus hijas;
por eso el Señor se indignó contra su pueblo

y abominó de su herencia.

Oración de san Juan de la Cruz (1542-1591) No repares en las migajas y gloríate en tu gloria

¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te estoy pidiendo, haz tu voluntad, Dios mío, que es lo que yo más quiero. Ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Si esperas a mis obras para por ese medio conceder mi ruego, dámelas tú. Realízalas, así como las penas que tú quisieras aceptar y hágase tu voluntad. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío? ¿Por qué tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia que de tu Hijo te pido, toma mi ofrenda ya que la quieres y dame este bien, que también quieres.

¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no lo levantas a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor, con la mano que lo hiciste? No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en quien me diste todo lo que quiero. Por eso me alegraré porque no tardarás, si yo espero.

¿Por qué se dilata tu espera, ya que ahora puedes amar a Dios en tu corazón? Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. ¿Qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en migajas que se caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón.

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