Evangelio según San Mateo 16,24-28
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino.
Comentario del Evangelio
Danos, Señor, la sabiduría de la libertad que viene de la renuncia a nosotros mismos para seguirte. Que nuestro corazón no naufrague en la lógica de tanta violencia diseminada a nuestro alrededor y que actúa únicamente por el deseo de poseer. Enséñanos la belleza de perder la vida entregándonos por entero en Tus manos. Que los sentimientos de dolor o de fragilidad no ahoguen nuestros gestos de fe, la osadía necesaria para decirte sí con todas nuestras fuerzas. Danos el coraje para despertar de ese invierno interior en que a veces vivimos para ver el brote verde, la flor inesperada de una sonrisa, la claridad que es esa voluntad irreprimible de recomenzar contigo.
Lecturas del dia
Libro de Nahúm 2,1.3.3,1-3.6-7
Miren sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz. Celebra tus fiestas, Judá, cumple tus votos, porque el hombre siniestro no pasará más por ti: ha sido exterminado por completo. Sí, el Señor ha restaurado la viña de Jacob y la viña de Israel. Los salteadores las habían saqueado y habían destruido sus sarmientos. ¡Ay de la ciudad sanguinaria, repleta de mentira, llena de rapiña, que nunca suelta la presa! ¡Chasquido de látigos, estrépito de ruedas, galope de caballos, rodar de carros, carga de caballería, centelleo de espadas, relampagueo de lanzas! ¡Multitud de víctimas, cuerpos a montones, cadáveres por todas partes! ¡Se tropieza con los cadáveres! Arrojaré inmundicias sobre ti, te cubriré de ignominia y te expondré como espectáculo. Así, todo el que te vea huirá lejos de ti, diciendo: “¡Nínive ha sido devastada! ¿Quién se lamentará por ella? ¿Dónde iré a buscar alguien que te consuele?”.
Deuteronomio 32,35cd-36ab.39abcd.41
Porque está cerca el día de su ruina
y ya se precipita el desenlace.
Sí, el Señor hará justicia con su pueblo
y tendrá compasión de sus servidores.
Miren bien que yo, sólo yo soy,
y no hay otro dios junto a mí.
Yo doy la muerte y la vida,
yo hiero y doy la salud,
cuando afile mi espada fulgurante
y mi mano empuñe la justicia,
me vengaré de mis enemigos
y daré su merecido a mis adversarios.
Texto de santa Gertrudis de Helfta (1256-1301) El que quiera venir detrás de mi, que cargue con su cruz y me siga
Durante la respuesta litúrgica (…) “He aquí que viene el Señor, nuestro Protector, el Santo de Israel”, Gertrudis comprendió lo que ocurre si alguien, en lo profundo de su corazón, se aplica a poner toda su voluntad a desear que toda conducta de su vida, en la alegría como en las adversidades, obedezca a la muy adorable voluntad de Dios. Por tal disposición, con la gracia de Dios, rendiría al Señor el mismo honor que rinde al Soberano el que pone sobre su cabeza la corona imperial. (…)
Vio al Señor avanzando en un camino, agradable por la belleza del follaje y de las flores, pero estrecho y áspero por los espesos arbustos de espinas. El Señor parecía avanzar detrás de una cruz que separando las espinas de cada lado, abría un cómodo pasaje. Se tornaba con rostro sereno hacia los que lo seguían, animándolos y diciendo: “El que quiera venir detrás de mi, que se renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16,24).
Comprendió con esas palabras que cada uno tiene por cruz una prueba propia. Por ejemplo, la cruz de uno es de deber actuar contrariamente a sus deseos, bajo el aguijón de la obediencia. La cruz de otro es ver el peso de la enfermedad poner obstáculo a su libertad. Y así es para todos. Esta cruz cada uno debe llevarla aceptando, con toda su voluntad, sufrir por lo que lo contraría. Aplicándose lo mejor posible, sin descuidar nada, a lo que es para alabanza de Dios.