Evangelio según San Mateo 13,18-23
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno.
Comentario del Evangelio
Una vez más, la liturgia nos ofrece para la meditación la parábola del sembrador. Esta insistencia nos debería poner en guardia. No podemos pensar que la relación con Jesús está regida por algún automatismo o que la fuerza de la palabra que Él siembra en nosotros sea espontáneamente fecunda. Es fundamental que haya un compromiso por nuestra parte. No lo olvidemos. Una fe adulta es la que sabe que su madurez depende también de la persona, de su compromiso, de invertir lo que es, de su sí creativo, de su esfuerzo, de su fidelidad. Hay mucho que hacer. La fe se vive con las mangas arremangadas.
Lecturas del dia
Libro de Jeremías 3,14-17
¡Vuelvan, hijos apóstatas -oráculo del Señor- porque yo soy el dueño de ustedes! Yo los tomaré, a uno de una ciudad y a dos de una familia, y los conduciré a Sión. Después les daré pastores según mi corazón, que los apacentarán con ciencia y prudencia. Y cuando ustedes se hayan multiplicado y fructificado en el país, en aquellos días -oráculo del Señor- ya no se hablará más del Arca de la Alianza del Señor, ni se pensará más en ella; no se la recordará, ni se la echará de menos, ni se la volverá a fabricar. En aquel tiempo, se llamará a Jerusalén “Trono del Señor”; todas las naciones se reunirán en ella, y ya no seguirán más los impulsos de su corazón obstinado y perverso.
Libro de Jeremías 31,10.11-12ab.13
¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor,
anúncienla en las costas más lejanas!
Digan: «El que dispersó a Israel lo reunirá,
y lo cuidará como un pastor a su rebaño.»
Porque el Señor ha rescatado a Jacob,
lo redimió de una mano más fuerte que él.
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor.
Entonces la joven danzará alegremente,
los jóvenes y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré su duelo en alegría,
los alegraré y los consolaré de su aflicción.
Acerca de la parábola del sembrador
Es mejor dejarlos crecer juntos, hasta la siega
Necesitamos escuchar de verdad esta parábola. La cuestión que nos plantea es la de todas las parábolas de Jesús: ¿qué hacemos con nuestra vida? ¿Cómo valoramos el camino andado? ¿Somos multiplicadores de vida o constatamos nuestra esterilidad? Porque Dios pasa por nuestra vida como el sembrador que va repartiendo la simiente. Cada instante es una oportunidad, cada encuentro es un viaje a una tierra nueva, cada día puede ser el día de la salvación porque en él nos jugamos la vida. Mantengamos el corazón vigilante y no perdamos la esperanza. Esta vida nuestra tan vulnerable y frágil es al mismo tiempo la tierra buena, el mejor lugar para que fructifique la semilla del Reino. Señor, ayúdame a reconocer lo bueno y lo malo que hay en mi corazón.