Evangelio según san Lucas 9,22-25
Jesús dijo a sus discípulos: El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Después dijo a todos: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
Comentario del Evangelio
El texto de hoy habla de pasión, muerte y resurrección de Jesús y con ello afirma que el seguimiento del Señor implica cargar con la cruz. Jesús en este Evangelio deja bien claro que para él no hay medias tintas: la invitación es a negarse a sí mismo y a tomar la cruz para seguirle. Hoy se nos invita a reconocer como toda la vida de Jesús se encuentra orientada a la opción por el Reino de Dios y como sus acciones provocaban también disgusto y oposición, lo que trajo sus consecuencias. No obstante, Jesús no se apartó del camino emprendido y nos exhorta a caminar con él, a pesar de las dificultades. Hoy nos preguntamos:
¿Cuál es el mesías que yo espero o que la gente espera?
¿Soy fiel siguiendo a Jesus cargando la cruz en mi vida?
¿Soy capaz de seguir a Jesús aceptando el sufrimiento en esta vida?
Lecturas del día
Deuteronomio 30,15-20
Moisés habló al pueblo diciendo: Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella.
Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlos, yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán.
Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob.
Salmo 1,1-2.3.4.6
¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.
Homilía de san Anastasio de Antioquía (¿-599) El camino que conduce a Cristo a su gloria
“Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los gentiles y a los sumos sacerdotes y a los escribas, para que lo azoten, se burlen de él y lo crucifiquen” (Mt 20,18). Esto que decía, estaba de acuerdo con las predicciones de los profetas, que habían anunciado de antemano el final que debía tener en Jerusalén… Nosotros comprendemos también el motivo por el cual el Verbo de Dios, por lo demás impasible, quiso sufrir la Pasión; porque era el único modo como podía ser salvado el hombre. Cosas, todas estas, que sólo las conoce Él y aquellos a quienes Él se la revela; Él, en efecto, conoce todo lo que atañe al Padre, de la misma manera que “el Espíritu sondea la profundidad de los misterios divinos” (1 Co 2,10).
“El Mesías, pues, tenía que padecer” (Lc 24,26): y su Pasión era totalmente necesaria, como él mismo lo afirmó cuando calificó de hombres “sin inteligencia” y “cortos de entendimiento” a aquellos discípulos que ignoraban que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria (Lc 24,25). Porque Él, en verdad, vino para salvar a su pueblo, dejando aquella “gloria que tenía junto al Padre antes que el mundo existiese” (Jn 17,5). Y esta salvación es aquella perfección que había de obtenerse por medio de la Pasión, y que había de ser atribuida al guía de nuestra salvación, como nos enseña la carta de san Pablo:”que Él es el guía de nuestra salvación, perfeccionado y consagrado con sufrimientos”(He 2,10).
Y vemos, en cierto modo, cómo aquella gloria que poseía como Unigénito, y a la que por nosotros había renunciado por un breve tiempo, le es restituida a través de la cruz en la misma carne que había asumido; dice, en efecto, San Juan, en su evangelio, al explicar en qué consiste aquella agua que dijo el Salvador que “manaría como un torrente de las entrañas del que crea en Él. Todavía no se había dado el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido glorificado (Jn 7,38-39). Aquí el evangelista identifica la gloria con la muerte en cruz. Por eso el Señor en la oración que dirige al Padre antes de su Pasión, le pide que lo glorifique con aquella “gloria que tenía junto a Él, antes que el mundo existiese”.