El que cree tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día

El que cree tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día

Evangelio según San Juan 6,35-40

Jesús dijo a la gente: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.

Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día.

Comentario del Evangelio

Yo soy el pan de vida

Cristo dijo: «!El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed!» (…) Para los que creen en él, Cristo es alimento y bebida, pan y vino. Pan que fortalece y refuerza (…), bebida y vino que alegra (…). Todo lo que en nosotros es fuerte y sólido, gozoso y alegre, que nos ayuda a cumplir los mandamientos de Dios, a soportar el sufrimiento, a cumplir con la obediencia y defender la justicia, todo esto lo podemos realizar gracias a este pan que es fuerza y a ese vino que es gozo.

¡Dichosos los que obran con fuerza y alegría! Y puesto que nadie lo puede lograr por sí mismo, dichosos los que desean ardientemente llevar a la práctica lo que es justo y honesto. Si Cristo es el pan y la bebida que ahora aseguran la fuerza y el gozo de los justos ¿cuánto más lo será en el cielo cuando él se dará a los justos sin medida?

A este alimento que permanece para la vida eterna se le llama pan del cielo, verdadero pan, pan de Dios, pan de vida, porque es vida, da vida, conserva una vida que nada debe a la muerte.

Lecturas del día

Libro de los Hechos de los Apóstoles 8,1b-8

Ese mismo día, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y lo lloraron con gran pesar.

Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel. Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra. Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo.

Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. Y fue grande la alegría de aquella ciudad.

Salmo 66(65),1-3a.4-5.6-7a

¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!»

Toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres.

El convirtió el Mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza.

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