El pueblo elegido habiendo recibido beneficios no le había escuchado

El pueblo elegido habiendo recibido beneficios no le había escuchado

Evangelio según san Lucas 19,41-44

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía: «¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».

Comentario del Evangelio 

El pueblo elegido, aun habiendo recibido muchos beneficios, no le había escuchado. Dios ha dado todo, pero ha recibido de vuelta solamente cosas feas. La fidelidad ha desaparecido, no somos un pueblo fiel.  Esta es la historia de Dios. Parece que Dios llorase, aquí. Te ha amado tanto, te he dado tanto y tú… Nosotros hacemos nuestra voluntad, pero haciendo esto en el camino de la vida seguimos un camino de endurecimientos: el corazón se endurece, se petrifica; y la Palabra del Señor no entra. También nuestra historia personal se puede convertir en esto. Y hoy, podemos preguntarnos: ‘Yo, escucho la voz del Señor, o hago lo que quiero, lo que me gusta? (Homilía de S.S. Francisco)

Lecturas del dia

Lectura del libro del Apocalipsis 5,1-10

Yo, Juan, vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, que pregonaba en alta voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?». Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo. Yo lloraba mucho, porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro y de mirarlo. Pero uno de los ancianos me dijo: «Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos». Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. Se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono.

Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo:

«Eres digno de recibir el libro
y de abrir sus sellos,
porque fuiste degollado, y con tu sangre
has adquirido para Dios
hombres de toda tribu,
lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinarán sobre la tierra».

Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6a y 9b

Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles.

Reflexión de las lecturas de hoy   ¿Quién es digno de abrir sus sellos?

Las descripciones del libro del Apocalipsis son expresión de un mundo cuyos símbolos están lejos de nuestra realidad. A través de él Dios quiere revelarnos, manifestarnos algo. No es fácil entender su mensaje que se convierte en algo misterioso y un tanto costoso de desentrañar. Todo el libro no es otra cosa que la respuesta que da Dios a un mundo atravesado por el mal, la desesperanza, la injusticia, la muerte… El de entonces y el de todos los tiempos. Del texto que hoy leemos es bueno destacar el himno al Cordero degollado, que es el único “digno” de romper los sellos que ocultan el mensaje de Dios a los hombres.

Jesús es presentado de pie, símbolo de Cristo resucitado, como ese cordero que ha sido sacrificado, degollado, -qué expresión tan gráfica-, para romper el poder del mal entre los hombres. Él realizó victoriosamente la labor que se le había encomendado como Mesías, lo que ahora le capacita para llevar a cabo la realización del programa de Dios en este mundo.

¿Cómo venció? No desde el poder, la fuerza, o la imposición, sino desde una cruz. Él no eligió el camino del poder y la gloria; eligió el de la humillación y el sacrificio.

El himno que entonan los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes es un cántico grandioso a Cristo vencedor del pecado y de la muerte; degollado por la maldad de los hombres, pero vivo para siempre, tras su resurrección de entre los muertos. Un buen día para exaltar y cantar la labor redentora de Cristo que es digno de recibir nuestra alabanza como fieles seguidores suyos. ¡Si en este día comprendieras tú también los caminos de la paz!

Jesús lamenta la cerrazón de los jefes que dirigen la vida de los judíos al rechazar su mensaje concretado en el rechazo de su persona. Es curioso que este breve pasaje sea la continuación del relato de su entrada triunfal en Jerusalén, en medio del júbilo y la aclamación de la gente. El contraste es estremecedor. De la alegría y la exaltación pasamos a una escena donde Jesús llora al contemplar a la “ciudad santa”. En esa contemplación de la ciudad, donde él sabía que iba a morir, Jesús expresa su profunda tristeza ante la cerrazón de sus paisanos. Llora ante el final que le espera y llora por lo que sufrirá ese pueblo al que él ama. Él ha venido como príncipe de la paz y ellos no han sido capaces de reconocer en su venida el gesto amoroso de Dios.

Las palabras de este evangelio parecen evocar una actitud dolorosa de ese pueblo, tal como nos lo narra el mismo san Lucas en el capítulo 13,34. En ambos textos destaca la actitud de entrega de Jesús, que llega en son de paz, y la dureza de los dirigentes del pueblo que lo rechazan y persiguen.

Sus palabras siguen resonando a lo largo del tiempo. Son muchos los que siguen rechazando el mensaje de paz que él nos trae. No solo las grandes guerras, como la que vemos en Ucrania y en otros países, sino las pequeñas batallas que se dan en nuestra vida cuando el odio, el desamor, o el rencor, manifiestan no haber acogido su mensaje con generosidad. El evangelio siempre es una llamada a depurar nuestro seguimiento desde dentro de nosotros mismos donde surgen todo aquello que rompe la paz.

Orígenes tiene unas palabras que son una llamada a la reflexión: “Si, una vez instruidos sobre los misterios de la verdad, después de haber recibido la palabra del evangelio y la doctrina de la Iglesia…, alguien de entre nosotros peca, provocará lamentos y llantos, porque no se llora sobre los paganos, sino sobre aquel que después de haber formado parte de Jerusalén se ha separado de ella”.

Que la Palabra de Dios ilumine hoy todo cuanto llevemos a cabo y su fuerza nos conforte para mantener viva nuestra fe.

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